UN POCO MÁS DE LUZ
Mercedes Cruz Reyes
DIOS es Padre de todos nosotros, nos espera, y sabemos que tenemos todo el tiempo que queramos para llegar a Él. Conocerle es fácil siempre que te inclines ante Él y cumplas Su Voluntad.
La luz no viene de fuera hacia dentro, sino de dentro hacia fuera, Todos nacemos con luz propia, todos tenemos la capacidad de brillar, sin embargo, ese sol con el que venimos al mundo pierde fuerza a veces por nubes pasajeras, o por la influencia de otros que son capaces de apagarnos un poco cada día.
Cuando nuestra vida está encendida brillamos tanto que podemos irradiar esos rayos desde el alma.
Una de las formas de encontrar ese faro consiste en buscar a Dios. Su palabra nos puede cambiar para bien, siempre y cuando decidamos seguirlo.
Él es, el Señor, de la vida.
Tú, Señor, das amor.
Todo el mundo está dentro de tu vida y de tu amor. Los ciegos hombres te combaten y te dan las espaldas y en su ignorancia sólo encuentran el conflicto y la tribulación.
No saben que en Ti se encontrarán y que hacia Ti algún día andarán por el mundo, alegres y dichosos.
Tú, mientras, esperas. Esperas por la liberación de los seres humanos. Que el amor en ellos surja y que, por ese amor, al fin Te reconozcan.
Eres inmenso, Dios, en tu universal amor, tu bondad para todos no reconoce límites; tu vida no se detiene en animar. Trabajas y sabes esperar.
Uno a uno, todos iremos hacia Ti. Uno por uno, te iremos conociendo hasta ser todos “una misma cosa” en Ti, como Cristo dijera, quedando todo iluminado.
Señor, Tú eres la verdad.
La luz es Una. Ella se difunde en todas direcciones tratando de llegar al alma humana. Si tu corazón responde a esta común aspiración de vivir la espiritualidad que alienta en los verdaderos discípulos de la Luz, serás uno más en las filas de la fraternidad que trabaja silenciosamente por la evolución del mundo.
Antes de llegar al umbral de la Luz, hay un mundo de ilusión y de mentira; es la farsa de la vida desarrollada por los espíritus que van y vienen y que aún no han aprendido.
Ese mundo atrae a las almas incautas, hipnotiza, hace desear y vuelve al hombre un monstruo de dureza y egoísmo, vuelto contra sus mismos hermanos, cuando no indiferente, cruzado de brazos con “él no me importa” o el cauteloso temor a la bondad que paraliza el amor.
Esa vida falsa engaña y trata de matar la vida verdadera; pero sólo la asfixia. Porque ella sigue creciendo así en el fondo de las tempestades y en el silencio de las calmas como en lo más hondo de los sufrimientos.
Toda esa vida insincera, rutinaria, egoísta e indiferente es tinieblas. Es un juego fatídico que llevan los hombres para ver quién sale más ganancioso. Pero es una ilusión más, porque al fin el espíritu se da cuenta que nada de la Tierra, ni los placeres ni el odio o la venganza, ni el dinero y el boato, ni aun la inteligencia utilizada con fines personales, le pueden dar la paz, ni la tranquilidad de espíritu, ni la armonía interna.
En ese grado es cuando surge el hastío, el cansancio y el desaliento ante la superficialidad y el egoísmo de la vida pobre que hasta entonces se había llevado. Y en el silencio del corazón ocurre el primer estremecimiento de la vida verdadera, que ansía luz de amor y de conocimiento real y que se traduce en una palabra: despertar.
Si has llegado hasta ese grado de conciencia, te habrás acercado a los umbrales de la Luz Divina. Traspásalos. Estás ante ellos. Un recto Sendero de alegría y de infinitas esperanzas te conduce a la redención.
Extraído del libro: Luz Inextinguible del Dr. Armando Torras