La búsqueda de la felicidad ha sido la mayor aspiración del ser humano desde el inicio de su desarrollo intelectual-moral.
Sin poder discernir todavía, trató de superar las sensaciones dolorosas y desagradables, retirándose a la cueva o al bosque donde podría vivir sin agresiones.
A medida que las sensaciones se fueron haciendo más delicadas, comenzó a buscar aquellas que le proporcionaban mayor placer, iniciando el desarrollo ético del pensamiento.
De la de carácter primitivo a la racional, y de ésta a la cósmica, surgieron necesidades éticas y afectivas que deben ser trabajadas, de manera que predominen las que satisfacen los sentimientos.
Fue el período en el que el pensamiento mitológico dio paso a la percepción mental de valores que aportan renovación interior.
Surgieron escuelas de lógica y razón, así como pautas para lograr ciertas experiencias placenteras y gratificantes, como Licurgo, quien estableció que la felicidad era el resultado del poder y el tener. Poco después, en cambio, aparece Diógenes de Sinope, con la cínica propuesta, tratando de demostrar que la posesión es un impedimento para la felicidad por el miedo a perderla. Casi al mismo tiempo surge el estoicismo de Zenón de Citio, con un vigoroso renacimiento de las ideas de Sócrates, a través de la visión de uno mismo, la mirada hacia dentro, el autoconocimiento…
A partir de entonces se multiplicaron las corrientes de pensamiento, y en los tiempos actuales, gracias a las ideas perturbadoras que conquistaron a la sociedad, con sus exigencias políticas, religiosas y ateas, el pensamiento se descontroló y la felicidad fue burlada por cínicos y ateístas.
En el siglo pasado, el poeta brasileño Vicente de Carvalho, entre otros conceptos sobre el tema, expresó: La felicidad es como un soplo, que nunca ponemos donde estamos, y nunca estamos donde la ponemos.
El Espiritismo, confirmando la excelencia del pensamiento de Jesús, aclara que la felicidad consiste en hacer felices a los demás, es decir, en amar a todos con el mismo vigor con que se ama a sí mismo.
Este desafío constituye la noble conquista de la plenitud, que uno es feliz por lo que se brinda a todos en términos de bienestar y alegría de vivir.
Cuando la criatura humana se dé cuenta de que el prójimo es el camino que conduce a la paz, por las bendiciones que se le pueden brindar, el equilibrio emocional establecerá la primacía del amor en la Tierra, por tanto, de la felicidad.
Si de verdad quieres ser feliz, aprovecha este momento de malestar general y evita las críticas, pasando a la buena acción, y verás surgir una nueva primavera rica en bendiciones.
Sé, pues, tú, quien construye la felicidad allí donde estás, poniéndola al alcance de todos. Así, la felicidad de los demás será la tuya también.
Llamados al concurso fraterno, en auxilio de un pequeño grupo familiar, fustigado por un doloroso caso de obsesión, instructores amigos nos indicaron a alguien en el plano físico, que podría colaborar con nosotros.
Alberto Nogueira, la persona segura. Médium que reencarnara, treinta y seis años antes, bajo el amparo del núcleo espiritual del que partiría nuestra expedición socorrista. Tratándose de un compañero que aún no conocíamos, en sentido directo, mi amigo Saturnino y yo, atendiendo la recomendación de otros compañeros, fuimos a revisar su ficha, o mejor, el proceso que le diera origen a la existencia actual, con tarea mediúmnica de por medio.
Absortos en la consulta, leemos conmovidamente la súplica del propio Alberto, antes del renacimiento, allí en las primeras hojas de la curiosa documentación:
Señor Jesús!
Conozco mi posición de Espíritu delincuente y, por eso, pido vuestro permiso para volver a la arena terrestre, de manera de reparar mis faltas.
Pequé contra las leyes de Dios, oh! Divino Tutor de nuestras almas, y fomenté intrigas en las cuales, a mi mando, perecieron decenas de criaturas.
Destruí hogares, abusando de la autoridad de que me revestí con actos de rapiña, y pervertí la inteligencia, patrocinando el hurto y el crimen, esparciendo el hambre y el sufrimiento, entre mis hermanos de la Humanidad!
Concededme la vuelta al cuerpo terrestre, con los necesarios recursos de la prueba depuradora!
Quiero que la lepra me desfigure, a fin de que pague con lágrimas constantes las heridas que abrí en los corazones indefensos!
Quiero padecer el abandono de los seres más queridos, para que yo pueda aprender cuánto duele la deserción de los compromisos abrazados.
Ruego, Señor, si tanto fuera preciso, que pase yo por la extrema penuria, mendigando el pan que me alimente y el vestido que cubra las heridas que merezco!
Si juzgáis más conveniente para mi purificación, dadme la locura o la ceguera para que pueda yo expiar mis faltas, sea en las angustias del hospicio, o en las meditaciones agónicas de las sombras!…
Comprendo la extensión de mis deudas, y, si consideráis que debo apagarme en un cerebro incapaz o retardado, hacedme esa concesión!
Sea a través de calvarios morales o por los más detestados tormentos físicos, váleme, Señor, y dame un nuevo cuerpo en la Tierra. Quiero llorar, lavando con lágrimas de fuego las manchas de mi pasado y exponerme a las más duras humillaciones a fin de regenerar mi vida!
Señor, concédeme las aflicciones de las que me veo necesitado y anula en mí cualquier posibilidad de reacción! Hacedme padecer, pero hacedme vivir nuevamente entre los hombres!
¡Quiero corregirme, recomenzar! ¡Bendito sea vuestro nombre, Señor! ¡Bendita vuestra mano que me salva y guía!
Por debajo del requerimiento conmovedor, venía la firma de aquel que adoptaba ahora en el mundo, la personalidad de Alberto Nogueira y, poco después, se leía el magnánimo despacho de la autoridad superior que determinaba, en nombre del Cristo de Dios:
El Señor pide misericordia, no sacrificio.
El interesado rescatará sus propios débitos, en una vida normal, con las tareas naturales de un hogar humano y de una familia, en cuyo seno encontrará los contratiempos justos y educativos para cualquier criatura con necesidades de reequilibrio y mejoramiento, mas, por merced del Señor, será médium espírita, con la obligación de dar, por lo menos, ocho horas de servicio gratuito por semana, a favor de los hermanos necesitados de la Tierra, consolándolos e instruyéndolos, en la condición de instrumento de los Buenos Espíritus que trabajan la transformación del mundo, en nombre de Nuestro Señor Jesús-Cristo.
De ese modo, asumirá compromiso a los treinta años de edad, en la existencia próxima, y practicará la mediumnidad con el Evangelio de Jesús, hasta los sesenta, cuando se le cerrarán las oportunidades de trabajo y elevación, rescatando, así, en actividad de amor, las deudas que tendría fatalmente que pagar a través del sufrimiento. Alabado sea el Señor!
Delante de páginas tan expresivas, con seguridad Saturnino y yo no necesitaríamos extender anotaciones.
Partimos, en busca del sembrador del bien, con escala en la morada que la obsesión atormentaba. Ingresando a la ciudad en que nos ubicaría el servicio programado y alcanzando la casa en que deberíamos trabajar, vimos, luego, una joven vampirizada por un infeliz hermano, desde mucho tiempo habituado a la perturbación en el reino de las sombras.
Era imprescindible socorrer a la pequeña ingenua, alertar su mente, sacudirle las fuerzas profundas del alma, con informaciones e instrucciones susceptibles de liberarla.
Nada de perder tiempo. Después de una oración, conseguimos influenciar a la progenitora de la enferma, colocándola, con la hija obsesionada en camino del templo espírita cristiano, donde Alberto Nogueira estaría de servicio, en la evangelización de la noche, según los avisos recogidos por nosotros en la Esfera Superior.
Entre aflicción y desasosiego, no lo encontramos en el lugar indicado. Formulando indagaciones, por vía telepática, al simpático dirigente de la casa, nos aclaró él, en pensamiento, que el referido amigo había abandonado la puntualidad y aparecía raramente.
Surgió el impasse, ya que, para auxiliar, en el momento, necesitábamos a Alberto. Provistos de las informaciones necesarias, logramos ubicar, nuevamente, a la madre y a la hija con nosotros, en busca de él. Veinte horas y veinte minutos.
Lo encontramos en un bonito balcón, leyendo un diario del día, en larga estirada. Inspirada por nosotros, la desvalida señora le solicitó su colaboración mediúmnica en socorro a la enferma. Se humilló, rogó, lloró, pero Nogueira respondió, inflexible:
– No, señora, no le puedo ser útil. Realmente, por dos largos años serví en la condición de médium, en las obras de caridad. Finalmente enfermé… Además, no sé si enfermé o me cansé. La señora sabe. Un hombre que es padre de familia, como yo, con deberes enormes que cumplir, tiene que velar por su propia salud…
Necesito defenderme… Y porque la infortunada madre insistiese, atendiéndonos los ruegos, remató con una nota humorística:
– La única criatura que trabaja, dando de sí sin pensar en sí, que yo sepa hasta ahora, es solamente el burro. Salimos como entramos, cargando el mismo problema, la misma inquietud.
Aquel espíritu valeroso que pidiera lepra, ceguera, locura, idiotez, fuego, lágrimas, penuria y abandono, a fin de aliviar la propia conciencia, en el plano físico, después de acomodarse en las concesiones del Señor, se había olvidado de todas las necesidades que caracterizaban su obra de reajuste y prefería la ociosidad, acomodado en su pijama, con miedo de trabajar.
Todos los hombres somos hermanos, y nada más hermoso que amarlos, a todos sin distinción de razas, creencias, estatus social, la vida en el mundo está llena de diferencias sociales y de la preservación por los bienes; olvidando el hombre que lo que tiene es apenas un préstamo de la misericordia de Dios, pues por Su voluntad los espíritus que animan el cuerpo de señores podrían estar ahora, en la carne de un negro humillado y explotado que solo recibe, a cambio de su sudor, nada más que una choza infectada y el látigo impiadoso.
Los caminos de los hombres son extraños e insondables. Cuando la criatura vive en un clima mental donde caben todas las virtudes y con el espíritu abierto al entendimiento de todas las situaciones, es la disposición idónea tanto en la tierra como en el plano espiritual para que su espíritu sirva bien.
El ser esclavo, no prohíbe a la criatura vivir en un clima mental superior; por el contrario, por la contingencia de la subalternidad, tiene mayores motivos para educar al espíritu en las líneas de la tolerancia y de la humildad, tiene mayores motivos para educar al espíritu en las líneas de la tolerancia y de la humildad, de la comprensión y del deber.
Nunca debemos olvidar que el Sol baña y vivifica el lirio del campo, también atiende a las necesidades del pantano, y la misma vida de Dios que anima a los hombres, anima, también, a las serpientes más temidas.
El alma es esclava siempre de sus debilidades. Por eso no hay labor más eficaz para esto, que combatirlas hasta lograr hacerlas desaparecer.
Cuando sufrimos y aceptamos con humildad ese sufrimiento, estamos también, con el espíritu preparado para las más duras realidades y con la mente abierta a la comprensión de todos los problemas. La continuidad, como se puede percibir, dice respecto a nuestras disposiciones espirituales y no a nuestra situación en el mundo material.
Negro o blanco, el hombre que se siente respetado y reconocido, jamás se revolverá contra sus bienhechores. Cada ser tiene la existencia que le es necesaria. Ningún ser, ante los dictámenes de la providencia podría surcar otros caminos que no sean, lo que la vida, espontáneamente le ofrece. Aunque el hombre no busque a Dios, siempre que no abrigue la rebeldía y venza, paso a paso, su caminata, aprovechara su existencia íntegramente.
La búsqueda de Dios es un objetivo de la filosofía que no hace falta a la realidad, pues Dios está dentro de nosotros mismos, con nuestro consentimiento o sin él. Dios es la vida y la vida es luz.
Todos tenemos nuestro libre albedrio y nadie recibe pruebas del Señor para las cuales no esté preparado. Todos podemos recibir ayuda en la lucha, pero no es licito el que les perdamos nuestro concurso, debemos andar con nuestros propios pies y escoger el propio camino.
El amor no es flor pasajera que la primavera pone encanto; es como el carbón de la tierra que precisa de siglos para transformarse en joya. Debemos siempre ante acontecimientos desagradables tener paciencia sin asilar nuestro corazón con conclusiones angustiantes, muchas veces indebidas.
Cada Espíritu es un mundo y gravita en torno de otros mundos que le son afines; nosotros conocemos de cada uno, apenas algunos detalles insignificantes en el cómputo general de cada individualidad.
Todo guarda una enseñanza, incluso las cosas peores y, por eso, nuestros ojos deben mirar para aprender. Quien conoce el olor del estiércol del corral, sabe dar mayor valor al perfume del jardín, aunque no deje de ir al corral donde precisa coger la leche que sirve a la mesa, ni deje de ir al jardín porque las flores no alimentan. Tenemos en la vida duras realidades y tiernas bellezas, necesidades y placeres y debemos transitar entre ellas con el mismo espíritu de elevación, conscientes de que, por muchos siglos aun, nos serán inseparables.
El hombre para discernir precisa conocer lo cierto y lo errado, precisa conocer el lado bueno y el lado malo de las cosas, precisa, en fin, conocer la vida, porque es la vida que contiene cosas buenas y cosas consideradas malas. Lo que no precisa y no debe, es vivir el lado malo de las cosas, porque es eso lo que lo contamina y le pierde.
Llegará un día, en la faz de la Tierra, en que las ciencias del Espíritu catalogaran como enfermedades el orgullo y el egoísmo, la vanidad y la ambición y el orden social les obligará a severo tratamiento, una vez que son fuentes permanentes del mal y de la intranquilidad que reinan en el globo. El hombre que rebasa los límites de la normalidad, camina hacia la locura declarada, y es una fuente generadora de desequilibrio, en potencial.
Jesús dijo que el amor cubre la mayoría de los pecados; las pruebas están ahí a nuestro frente, y en las historias de nuestros compañeros. Cuando los hombres comprendamos eso, veremos que el pedido de Jesús , para que nos amasemos los unos a los otros, mucho más que un consejo religioso, es una ley a la que no podemos dar la espalda, ante la vida, para así ser felices.
Prefacio del Libro Encuentro de Paz. – Uberaba, 05 de junio 1973.
Frecuentemente, ansias por la seguridad y tranquilidad, no en tanto, es forzoso no olvidar que paz y estabilidad están en ti y se irradian de ti.
Si el tumulto te rodea, envía pensamientos de harmonía a los que se enmarañan en él, deseándoles reajuste.
Ante conflictos que surjan, silencia proyectando vibraciones de entendimiento a cuantos se le hacen víctimas, aspirando a verlos repuestos en la luz de la fraternidad.
Frente a compañeros entregados a la desesperación, imagínate envolverlos en la serenidad, recuperándoles el optimismo y la esperanza.
Ante el desequilibrio de alguien, auxilia a ese alguien con tus votos íntimos de recuperación y reposo.
Si te ves al lado de un enfermo, detente a meditar en la mejora y restauración, augurándoles salud y alegría.
Ante hermanos abatidos y tristes, canaliza para ellos tus más amplias ideas de reconfortó
Cuando hubiera una persona inmadura o portadora de conversación menos feliz, busca socorrerla sin palabras, encaminándoles mensajes inarticulados de comprensión y simpatía.
Si te acuerdas de amigos ausentes, mentaliza apoyo y bondad, relativamente a ellos, a fin de protegerlos y animarlos en la ejecución de los compromisos que abrazan
Sepamos suprimir sentimientos, ideas, actitudes, palabras y acciones, todo lo que se relacione con resentimiento, perturbación, odio, celos, amargura o violencia e, trabajando y sirviendo en el bien de todos, procuremos actuar y pensar en paz, donando paz a los que nos comparten la vida.
El Reino de los Cielos es luz de amor en refugio de paz y no nos será licito olvidar que Jesús, a cada uno de nosotros, confirmo convincente: “No procures el Reino de Dios aquí o en el más Allá, porque el reino de Dios está dentro de ti.”
Traducido por: M. C. R
——————————
Estará usted sufriendo desencantos; atravesando enormes dificultades; soportando obstáculos con los cuales usted no contaba; el trabajo en sus manos, muchas veces se le figura un fardo difícil de cargar; fallan los recursos previstos; contratiempos se siguen unos a otros; tribulaciones de entes amados le martillean la resistencia; la enfermedad vino a su encuentro; entretanto, prosiga actuando y cooperando, en favor de los otros. No interrumpa sus pasos, en el servicio del bien, porque justamente en la ejecución de sus propios encargos es que los Mensajeros de Dios encontrarán los medios de traerle a usted el Socorro Preciso.
André Luiz – Chico Xavier – Libro: Aulas de la Vida
1 – Al despertar, di a ti mismo: Dios me concede otro día más, para experiencias y aprendizaje. Haciendo es como se aprende. Voy a aprovecharlo. Dios me ayuda. (Repítelo varias veces, procurando mantener estas palabras en la memoria. Repítelas durante el día).
2 – Comprende que la obsesión es un estado de sintonía entre tu mente y otras mentes desequilibradas. Corta esa sintonía ligándote a pensamientos buenos y alegres. Procura repeler las ideas malas. Comprende que tú has nacido para ser bueno y normal. Las malas ideas y las malas inclinaciones existen para que puedas vencerlas, nunca para que te entregues.
3 – Cambia tu modo de encarar a tus semejantes. En esencia, somos todos iguales. Si el otro está irritado, no entres en su irritación. Ayúdale a reequilibrarse, tratándolo con bondad. La irritación es sintonía de obsesión. No te dejes envolver por la obsesión del otro. No lo consideres agresivo. Ciertamente él está siendo agredido y reacciona equivocadamente contra los demás. Ayúdale, y también serás ayudado.
4 – Vigila tus sentimientos, pensamientos y palabras en las relaciones con los demás. Lo que damos, lo recibimos de vuelta.
5 – No te consideres víctima. Puede que seas verdugo sin darte cuenta. Piensa en esto constantemente, para mejorar las relaciones con los demás. Vivir es intercambiar. Examina lo que intercambias con los demás.
6 – Al sentirte abatido, no entres en el hoyo. Es difícil salir de él. Acuérdate de que estás vivo, eres fuerte y tienes salud, y da gracias a Dios por ello. Tus males son pasajeros, pero si los alimentas, perdurarán. Tú eres quien sostiene tus males. Cuidado con eso.
7 – Frecuenta la institución espírita con la cual sintonices. No andes cambiando de una para otra. Quien no tiene constancia nada consigue.
8 – Si oyes voces, no les des atención. Responde simplemente: No tengo tiempo para perder. Tratad de mejoraros mientras hay tiempo. Vais camino del abismo. Cuidaos. Y pide a los Espíritus Buenos, en pensamiento, por esos obsesores.
9 – Si percibes toques de dedos o descargas eléctricas, repele esos espíritus bromistas de la misma manera, y ora mentalmente por ellos. No les hagas caso ni te asustes con esos efectos físicos.
Lee diariamente, por la mañana o por la noche al acostarte, un fragmento de “El Evangelio según el Espiritismo”, y medita sobre lo que leíste. Abre el libro al azar y no pienses que la lección solo es para ti. Por lo regular es solo para los obsesores, pero tú también debes aprovecharla. En caso de visiones, la técnica es la misma.
Nunca te atemorices. Eso es lo que ellos quieren, ya que con ello se divierten. Estos pobres espíritus nada pueden hacer aparte de eso, a menos que tú desees jugar con ellos, lo cual te costará un aumento de la obsesión. Corta los lazos que ellos quieren establecer contigo, sirviéndote del poder de tu voluntad. Si fingen ser un pariente tuyo o un amigo fallecido, no te dejes llevar por eso. Los amigos y parientes se comunican en sesiones regulares, no quieren perturbar.
10 – Lee el Libro de Allan Kardec “INICIACIÓN A LA DOCTRINA ESPÍRITA”; pero lee el de Kardec, no otros, de autores diversos, que crean confusión. Trata de estudiar la Doctrina en las demás obras de Kardec.
11 – No te dejes atraer por macumbas ni por las diversas formas de mezcla de religiones africanas con nuestras supersticiones nacionales. No pienses que alguien puede quitarte la obsesión con las manos. Los pases tienen por finalidad la transmisión de fluidos, de energías vitales y espirituales para fortalecer tu resistencia. No confíes en pases de gesticulación excesiva y otras fantasías. El pase es simplemente la imposición de las manos, enseñada por Jesús y practicada por Él. Es una donación humilde y no una representación teatral, danza o gimnasia. No lleves en ti amuletos ni talismanes o escapularios milagrosos. Todo eso no son más que supersticiones provenientes de religiones de las selvas. Tú no eres un salvaje, eres una criatura civilizada capaz de razonar y de solo admitir la fe racional.
Estudia el Espiritismo y no te dejes llevar por sandeces. Dedícate al estudio, pero no quieras saltar de aprendiz a maestro, pues el maestrazgo en espiritismo solo se alcanza en el plano espiritual. En la Tierra todos somos aprendices, con mayor o menor grado de conocimiento y experiencia.
La identificación es una de las cualidades psicológicas responsables por la definición del ser humano, al lado de otras significativas, tales como: la personalidad, el conocimiento y la conciencia.
En razón de su impositivo, es posible cualificarse el individuo cara a su afinidad emocional y comportamental con las ideas y las ansias intimas cultivadas.
Gracias a las aspiraciones mantenidas internas, surgen las sintonías que pueblan los grupos, aglutinándolas en sociedades o núcleos que forman la humanidad.
Cuando son ennoblecedoras, favorecen el progreso moral y social de la persona y, en consecuencia, del pueblo, mejorando la cultura, las ciencias y las artes, la tecnología y el humanitarismo, que fomentan los guetos de la criminalidad, las fuerzas de la violencia, las bandas de la insania y de las alucinaciones colectivas, las tribus de la degradación, resbalando para los abismo del horro que responden por las luchas sangrantes y perversas.
Las propias filosofías y el conocimiento en las más diversas ramas del saber, atraen a los seres humanos a sus filas y los clasifican, tornándose conocidos por los modismos y conductas, que no es raro sean extravagantes y agresivas.
Periódicamente surgen como desafíos los estatus quo, llamando la atención por la manera exhibicionista a través de la cual proyectan la imagen prepotente que esclaviza a sus víctimas…
Tienen efímera duración, porque sus líderes, vencidos por las angustias que los envenenan y que no tienen coraje de enfrentar, huyen de la realidad para las fantasías que se les transforman en hediondas pesadillas, insoportables…
De igual manera, ocurren esos fenómenos en la fe religiosa, bajo otros aspectos, sin embargo, con los mismos efectos psicológicos, en las diferentes definiciones en los que se ajustan.
El Cristianismo, por ejemplo, no constituye una excepción, en su extraordinario mapa de expansión terrena.
Desde cuando Lucas, el futuro apostol del Evangelio, fascinado por Jesucristo, en el glorioso periodo de predicación paulina, sugirió que Sus discípulos fuesen llamados cristianos, la identificación los inscribió en la Historia como los conquistadores del mundo espiritual.
Al principio, la fuerza ciclópea de la abnegación y del amor que los animaba escribió, en el holocausto de la propia existencia, la más desafiadora página de dedicación al prójimo y a Dios de que se tiene noticias, y el martirologio se tornó el sublime recurso de expansión del mensaje libertador, que pasó a dominar prácticamente el mundo conocido de entonces.
Todavía, conforme escribió Santo Eusebio, cristiano primitivo del siglo IV, a medida que las facilidades y las disputas humanas subsistieron los testimonios y los sacrificios de los mártires, la floración sublime de la fe se marchito y casi feneció…
Más tarde, la denominación pasó a inspirar sospechas, pavores e incluso odios, por la alucinación y el fanatismo que tomaron cuenta de aquellos que, de esa manera, se identificaban.
Una terrible noche, abatió, inevitablemente, la sociedad débilmente iluminada, de cuando en cuando, por los apóstoles de la verdad que renacieron con la misión de sustentarla en los estertores en que se encontraba.
Casi nada permaneció de los apoteósicos mensajes de amor y de compasión enseñados y vividos por Jesús, obligando a la caridad a ocultarse, avergonzada, en los mantos de la divina misericordia…
…Vino el Consolador y, nuevamente, el hermoso brillo del Evangelio como un sol especial paso a iluminar las vidas y a olvidar el frió de las almas.
Lentamente, sin embargo, a la medida que se viene popularizando, la vulgaridad y la insensatez humana toman cuenta de sus filas, intentando, empañarles las sublimes claridades.
***************************
En ese infierno que domina a la sociedad hodierna que maltratada por los sufrimientos inenarrables y que se atemoriza ante las amenazas perversas de otros males sin cuenta, la identidad cristiana perdió casi completamente su inicial significado.
, se negocia, se miente, se guerrea, se infelicita, en nombre de Jesús. Se firman tratados y decretos citando Sus palabras, mientras el ser humano prosigue abandonado a la propia suerte…
No pocos nuevos cristianos, por su vez, que beben en la la fuente lustral del Evangelio desvelado por el Espiritismo, el agua pura y cristalina del deber, del amor y de la caridad, se descuidan de la conducta cristiana, aquella de ser hermano de los sufridores, de seguir mil pasos más al lado de aquel que solicita la compañía por apenas mil; de dar el manto a quien necesita solamente de la capa; de despedirse de la ostentación, del orgullo y del egoísmo para servir, en vez de ser servido por el mensaje que se expande por el mundo.
El campeonato de la vanidad al lado de las disputas por los favores de Cesar y las glorias de Pirro desequilibra incontables valerosos servidores que se comprometieron en no repetir más los errores clamorosos del pasado.
Inician el ministerio del amor dominados por el entusiasmo de la ingenuidad y del encantamiento, para trasladar para los placeres del placer y de las compensaciones inmediatas.
El sexo, el poder y el lujo y distenciones sociales nos fascinan e intoxican en el festival de la ilusión.
Soberbio unos e irreverentes otros, poseían la incoherencia de la conducta en relación a la fe en los paisajes humanos, dando la impresión de que la enfermedad, la vejez y la desencarnación jamás los alcanzaran…
Abrazando las imposturas terrestres disputan la aceptación, afanándose por las posturas artificiales, cultivando las técnicas de la comunicación exterior, olvidados de la irradiación del bienestar, de la harmonía y de la alegría de vivir que los deberían impregnar.
El exterior les es más importante que el interior.
Se presentan como nuevos sepulcros del enseñamiento evangélico, bien cuidados por fuera y por dentro llenos de inmundicia…
Cuida de tu identidad cristiana.
Mantente simple y sin atavíos.
Cultiva la bondad y hazte útil.
Sonríe y ama, auxiliando siempre.
No importa que no seas conocido o famoso, luchando sin embargo para ser iluminado.
Presenta a Jesús y ocúltate, recuérdalo y olvida tus ambiciones engañosas, haciendo que todos aquellos que se te acerquen, Lo vena en ti.
Vinculado a Jesús, sea tu identidad la de Él.
Joanna de Angelis.
Psicografia de Divaldo Pereira Franco, día 25 de junio del 2011, en el Centro Espirita Camino de la Redención, en Salvador, Bahía.
El 10 de marzo de 1985, durante una sesión de incorporación, el espíritu Allan Kardec aportó un mensaje esencial de nuestro patrimonio espírita. Este mensaje, muy completo, sintetiza por sí solo toda la quintaesencia del espiritismo en su definición, principios y consecuencias morales para nuestra condición de seres humanos encarnados en la Tierra. Un poco a la imagen de un testamento moral, estas palabras de Allan Kardec siempre han marcado época y referencia en nuestra difusión, reflexión y comprensión de la filosofía espírita. Entre la multitud de mensajes recibidos de los espíritus desde hace cerca de cuarenta años, este, entre muchos otros, sigue siendo un mensaje universal y atemporal que conserva casi todo su valor treinta años después de haber sido recibido. De gran exhaustividad en cuanto a los pormenores del espiritismo, es propuesto regularmente al intercambio y la discusión entre los nuevos adherentes que se unen a nosotros y desean inscribirse, a través de nuestra asociación, en la trayectoria y herencia dejadas por Allan Kardec.
“Nuestra presencia entre los hombres en la fórmula espírita debe aportar a la Tierra una respuesta global al conjunto de los problemas. Por consiguiente, la entrada en contacto con los espíritus requiere por parte de los espíritas una exigencia cualitativa en nuestras relaciones, y exponer la necesidad de solventar la ignorancia de la naturaleza humana en todos los campos.
Por su definición, el espiritismo responde a los criterios de la ciencia y la filosofía. Implica por parte de los comunicantes expectativas que realcen estos dos aspectos de la reflexión intelectual.
El espírita no vive en el más allá, en la negativa de la realidad física, material y social de su existencia. El espírita, consciente de su eternidad y de la relatividad de sus conocimientos, utiliza el contacto con lo invisible con la finalidad de transformar su conciencia y compartir su metamorfosis dentro de la propuesta de una sociedad más justa, a dimensión planetaria.
Al no sufrir de ninguna clase de dogma ni rito iniciático, el espiritismo se dirige a todos los hombres ávidos de conocimientos y emancipación moral e intelectual.
El espírita sobrepasa las fronteras habituales del razonamiento establecido, sabe que el cuerpo provisional está allí para conducirlo hacia el mejoramiento de su espíritu que no tendrá fin. Sabe que el universo está poblado de miles de planetas habitados y que los poderes ilusorios en las sociedades de la Tierra deben desaparecer un día en pro del reconocimiento de la vida extra-planetaria.
El espírita es también un hombre de razón, lo que pone un término a todas las conjeturas herméticas del ocultismo, el esoterismo y la magia, que son formas de pensamiento a la vez elitistas y opresivas.
El espírita ha comprendido que la única respuesta al mal lleva por nombre amor dentro del conocimiento, y que ese amor y ese conocimiento son accesibles a todos, en el origen divino de la vida.
El espírita está consciente del ritmo natural de la evolución universal, sabe que la lucha por el bien exige de su parte la ayuda a los espíritus inferiores que rodean el planeta y actúan sobre los espíritus encarnados.
El espírita es ante todo un individuo consciente de que su individualidad no significa nada sin los demás, encarnados o desencarnados. Por consiguiente rechaza las propuestas idílicas del Nirvana personal, egoísta y envilecedor.
El espírita es el hombre del mañana, artesano riguroso del porvenir, fundador del ideal astral a la luz de los mensajes que recibe.
Todas las especies vivientes de la Tierra y de los mundos habitados evolucionan dentro de un deseo direccional de carácter atractivo y al cual denomino Dios.
El espiritismo renaciente encontrará su desarrollo para los que hayan sabido en qué lugar ubicarlo. Los poderes superiores desencarnados no se manifestarán jamás a los grupos inferiores encarnados que no buscan nada exigiendo a los espíritus que se ocupen de su vida.
Convertidos en responsables y conscientes al reconocer su dimensión divina, los hombres del mañana habrán hecho de la Tierra una esfera superior dentro de la ley del amor.
Es así como este que os protege define en el momento, la finalidad ESPÍRITA”. Recordando los grandes principios que caracterizan al espiritismo (pluralidad de mundos habitados, noción del espíritu, fuerza divina, evolución a fin de mejorar, vida encarnada provisional, manifestaciones del más allá…),
Allan Kardec presenta muy claramente las consecuencias morales que su aplicación engendra o engendraría en la medida de una exigencia, una reflexión y una aplicación por los hombres a la altura de las enseñanzas e incitaciones de los espíritus. En el hecho de ser espírita y estar conforme con él en toda su extensión, en este sentido definió un estado de ánimo que debe conducir hacia un estado de ser, un comportamiento, en coherencia con los objetivos de una evolución que se inscribe en una ley de amor de carácter divino.
Ya hay una lucidez en cuanto a su condición de humano dentro de los límites de sus propios conocimientos, condición de encarnado consciente de su naturaleza ante todo espiritual, pero que adopta la materialidad sin rechazarla jamás. Luego, el hecho de ser de naturaleza espiritual, es llegar a ser él mismo como espíritu, y es saber adquirir, o al menos encontrar, una libertad que trasciende las contingencias materiales. El espíritu libre se convierte entonces en un ser de razón y de conciencia que no puede ser encerrado en un corsé de pensamientos que le serían impuestos. La noción de libertad siempre se ha opuesto a todas las formas de fatalismo, determinismo, conservadurismo o pensamientos negativos, ya sean éstas filosóficas, religiosas o políticas, y que arrastran al hombre al rechazo, la renuncia, la pasividad, el silencio o la abnegación.
Esta libertad incorpora entonces la noción de responsabilidad, al mismo tiempo individual y colectiva, pues la conciencia de una emancipación hacia el sentido del bien y el amor, que es el atributo del origen divino de la vida, debe comprometer a este ser humano espírita en una ayuda mutua colectiva junto a sus semejantes, pero también en el rechazo a todo lo que impida esa libertad y esa emancipación. Ese rechazo puede tomar la forma de un combate muy concreto contra lo inaceptable y lo intolerable, contra los orgullos y egoísmos de toda naturaleza, en la defensa de valores humanistas universales. En espiritismo, estamos pues al lado opuesto de un pensamiento con atributos sectarios, como demasiado a menudo se le califica, por desconocimiento o ignorancia, pero también por necedad y calumnia, porque linda con lo espiritual.
El espírita es entonces un ser libre y responsable, dotado de una razón que sabe ejercer, consciente del carácter universal de la vida y de lo que eso significa, y activo y actuando para avanzar ayudando a los demás, ya sean encarnados o desencarnados, por el camino del amor.
Entonces, ¿cuáles son las consecuencias de todo esto? ¿Qué perspectivas de porvenir podemos avizorar? Estamos actualmente sobre un planeta considerado inferior. La humanidad sufre: cada radio, periódico o información, desgrana todos los días su rosario de catástrofes, miserias, injusticias y sangre vertida, en múltiples conflictos de todo orden. Como reacción a este sufrimiento, ser espírita es promover el espíritu cristiano en cada uno, con la aplicación de un mensaje de amor y de paz. A largo plazo, ¿qué provoca eso? Una esfera de amor que habiendo alcanzado a su Creador se convierta en el objetivo de una evolución ya en marcha, por supuesto muy lenta y difícil, pero que compromete a todas las fuerzas del progreso.
Los espíritus siempre han alabado, alentado y apoyado, todas las luchas —y a los actores que las conducen— que saben inscribirse en estos valores humanistas fundamentales de respeto, tolerancia, compartimiento y paz. Esa paz tan esperada, siempre ha sido una preocupación mayor de los espíritus para nuestro globo. Pues una esfera de amor es una esfera que conoce ya la paz a nivel planetario: no más guerras, no más conflictos, no más destrucción, no más fronteras, sino más bien un gobierno de tipo planetario que vela por el equilibrio del planeta sin armas y sin violencia.
Una esfera de amor, es también una esfera donde los habitantes tendrían de qué vivir su materialidad de manera justa, dentro de la noción del reparto para todos sin provecho para algunos, por lo tanto sin más hambre mortal para unos y descarada opulencia para otros, pero también con la desaparición del dinero que ya no sería más un fin en sí mismo, si es que aún subsistiera. Una esfera de amor, es además una esfera sin religiones, pero más allá de las religiones, sin el dominio de cualquier forma de pensamientos intelectuales que encierren la razón en un corsé ideológico, cualquiera que sea su naturaleza y contenido.
Una esfera de amor, es también una esfera con un modelo de sociedad y de civilización totalmente repensado, donde el otro es la riqueza dentro de la diversidad de su cultura, su origen, su color de piel o su sexualidad, sin injusticias sociales, donde cada uno sabe actuar en el lugar que le corresponde participando en la construcción, equilibrio y emancipación de ese mundo nuevo, y dentro de la complementariedad de las aptitudes de cada uno.
Una esfera de amor es, finalmente, una esfera que integra una comunicación natural entre el mundo encarnado y el mundo desencarnado, siendo ambos nada más que un estado de la vida natural del espíritu, donde el pensamiento se convierte en el medio de intercambio y acción, dirigida hacia el bien, hacia Dios, pero también hacia sus semejantes de otras esferas dentro del reconocimiento de una vida en el infinito de la Creación. Henri Regnault, uno de los pioneros del espiritismo en la primera mitad del siglo XX, había comprendido bien en su libro Sólo el Espiritismo puede renovar al Mundo, que “La principal consecuencia del conocimiento y la práctica del espiritismo es dar a su adepto la más completa felicidad terrenal”. Sí, se trata de esa felicidad adyacente a un planeta convertido en superior por la ley del amor.
Pero, ¡cuánto camino hay aún por recorrer! ¡Cuántos combates qué realizar! Sin embargo, no hay otra vía, no hay otra ley. Ese es el sentido de la vida, el sentido mismo de nuestra existencia, nuestra finalidad como seres estimulados por Dios. Ese es la finalidad Espírita revelada por los espíritus y puesta en evidencia para ser cumplida por los hombres, por Allan Kardec, profeta de pleno derecho de ese mensaje divino dirigido desde hace ciento cincuenta años a nuestra reflexión, nuestro sentimiento y nuestra conciencia.
Por un momento quedé horrorizado, tal fue el impacto causado por la visión de ese cuadro de una de mis existencias pasadas. Mi guía angelical, reconociendo mi perturbación, me habló, para rescatarme de la horrible pesadilla:
– ¿Por qué te agobias, sabiendo que ya no eres lo que eras, aunque todavía no eres lo que deberías ser?
«Tienes razón, mi buen amigo, te debo a ti y a Dios que ahora soy un hombre en lugar de una bestia, especialmente para mí que fui la principal víctima de mis atrocidades. Pero como me permitiste ver esa imagen horrible, estoy satisfecho de la curiosidad por saber cómo salí de la prueba que me habían encomendado.
A la simple y vana curiosidad no respondemos, porque todo lo que es frívolo nos hace el efecto de una broma ridícula y grosera para el hombre serio, formal y magnánima posición social. Tú, sin embargo, no pides la satisfacción de una vana curiosidad, sino la de un justo deseo de saber cuánto puedes contribuir a tu adelanto. Voy, por lo tanto, a mostrarte el cuadro de tu existencia siguiente a aquella que tanto te horrorizó. Mira, ve, estudia y aprende.
Miré y vi. Estaba en Venus y era un niño, un hermoso niño, en el decir de la gente de ese planeta; pero, a mis ojos, feo hasta causar asco.
— ¡Qué niño tan horrible!—exclamé—¡y sin embargo la veo tan celebrada!
— Por dos razones lo celebran, hijo mío: primero, porque es hijo de uno de los señores de la tierra; segundo, porque, entre los feos, el menos feo es hermoso. Cuanto más atrasado es un pueblo, más se envilece en adoración a los poderosos y a los argentarios. En tu planeta, por cierto, mucho más adelantado que Venus, cuántos se cuentan entre tus hermanos que honran al hombre por sus méritos reales y que, en consecuencia, no rinden homenaje a la bajeza más vil, una vez que se siente sobre un trono o en un montón de oro?
“Cuando veas una sociedad”, continuó el guía, “
poner el conocimiento y la virtud en el punto de mira o, al menos, evitar a los poderosos indignos y los ricos sin conciencia de sí mismos, estará próximo a venir el reinado del Señor, que es el imperio de la justicia y del amor. Todos los pueblos llegaran a esa condición superior. Aunque el atractivo de las pasiones los arrastre fuera del camino que lleva a las alturas, con el tiempo, será desterrado del seno de la humanidad. No te sorprendas por tanto, de verte tan célebre por una sociedad de la que tu padre era poderoso jefe, además de eso, allí, entre la gente de cara fea, tú eras realmente un hermoso niño pequeño.
—Dos cosas me intrigan: la gran diferencia entre el hombre de la Tierra y el de Venus, aunque todos son de la especie humana, y el de seo ardiente que me instó a ir a ese mundo.
– ¿Lo explicaré. En la Tierra, el salvaje cafre tiene la perfección escultórica del civilizado, de los caucásicos? ¿Cuál es la causa de la diferencia? La clase u orden de los espíritus que encarnan en uno u otro medio. Los avanzados buscan un medio adelantado, excepto cuando necesiten castigarse a sí mismos, y construyen su casa con mejor gusto y perfección. Sabes de qué casa estoy hablando. Los más atrasados buscan un camino atrasado y procuran su casa más fea cuantos más feos son. Ahora, si observamos la diferencia entre las diferentes razas que habitan la Tierra, debemos entender que, en los mundos habitados por seres humanos más avanzados que los de vuestro globo, el tipo de belleza física debe ser muy superior, así como en los mundos más atrasados, debe ser mucho más bajo, tanto más cuanto más se apartan de la Tierra y más se aproximan al origen de la especie humana.
— Sobre tu deseo de visitar el planeta Venus —añadió Bartolomé—,
Te diré: es natural querer ver los lugares donde pasamos una parte de nuestra existencia y, mucho más, cuando allá dejamos a los que ya nos han llenado de amor el corazón. El hombre no sabe esto, pero el espíritu lo sabe todo y es él quien anhela.
«Pero, ¿todavía tengo seres queridos en Venus?»
«No todo el mundo hace el mismo progreso, y porque estás aquí, no hay razón para creer que han subido contigo todos aquellos que quisiste y siempre serán queridos.
– ¡Vaya! ya entiendo Fue mi corazón el que me impulsó a hacer este viaje.
— Sí, pero fuiste tú, como espíritu, quien movió tu corazón.
— No entiendo lo que dices.
— Tu cuerpo está hecho de materia perteneciente a este planeta y por lo tanto no tiene
nada que ver con tu pasado en Venus; la relación está en ti, que eres hoy el mismo de aquel tiempo. Por tanto, sólo en el espíritu podíais desear lo que os movía, el amor. Como el amor tiene su asiento en el corazón, fue a través de ese órgano que sentiste el deseo de saciarlo. Examina la imagen que tienes delante y todo te resultará claro.
Volví a la pintura y vi al niño siendo felicitado en su adolescencia y, en ese cuadro de la vida, bien cimentada, de la cimentación de un pueblo verdaderamente bárbaro como es la del planeta Venus, comparable al hebreo de la época de Moisés. Tenía instintivo horror a la sangre y, por lo tanto, evitaba sistemáticamente las peleas tanto como las guerras que me eran repulsivas. Los hombres lo consideraban un cobarde, sin que dejasen de rodearlo de falsa adulación, siendo hijo de quien era. Pero las mujeres cerraban los ojos a todos sus defectos y, tal vez por ellos, eran esclavas de una simple mirada suya.
Un día, cuando estaba con su padre ocupándose de su negocio, ambos fueron asediado por cuatro ladrones, cada uno de ellos suponiendo que era lo suficientemente hombre para aplastarlos juntos. El joven se enfrentó a los bandidos con tanta energía y fuerza mental con una resistencia que, en lugar de ser aplastada, derrotó a la pandilla, sujetando a uno de los gigantes por la garganta y venció a los tres, que lograron escapar.
El padre, que por estar enfermo no se sumó a la lucha y que compartía la opinión genera l, de que el hijo era un cobarde, se sorprendió al verlo manifestar la valentía de un león y la calma de un luchador consumado.
«¿Por qué no quieres unirte a los juegos de lucha como los otros chicos? preguntó.
«Porque no necesito aprender el arte de golpear,
Estoy contento con la fuerza que tengo para defenderme.
A partir de entonces, todos cambiaron de opinión sobre el joven, quien en lugar de un cobarde, fue considerado un león en fuerza y coraje. Pero esa explicación que se hizo pública, la de no querer aprender el arte de pegar, dio lugar a una nueva opinión sobre él: es valiente, pero maníaco; tiene repugnancia a causar daño, incluso a un miserable.
En el mundo donde la fuerza bruta era el supremo reto, tan incongruente forma de pensar causó escándalo, aunque no explico por ser el quien era. El mozo, sin embargo, siguió su camino sin desanimarse, sin preocuparse por el juicio de los demás, solo tratando de estar en paz con su conciencia, una voz íntima le susurró: por ahí, de ese modo. Tenía muchas debilidades, muchos vicios, obras en el medio, pero en ese punto era inquebrantable.
César Luchini, joven generoso, más temperamental, asistía a la reunión espírita, junto a los padres, aunque deforme.
Demetrio, el orientador desencarnado, hablaba, benevolente, en torno a la educación.
-Hijos míos– decía en determinado tópico del comentario evangélico -, es necesario apoyar al niño, armando su corazón con valores morales.
Mucha gente cree que los niños deberían ser libres, como los arbustos silvestres. Y es hora de dejarlos en la calle, completamente a gusto. Sin embargo, cuando quiere repollo en el jardín, está dispuesto a defenderlo y disciplinarlo. Nadie puede sostener un pequeño jardín o huerta sin esfuerzo. Si, al tratar con la Naturaleza, la vida pide atención, ¿cómo puedes dejar al niño solo? El Espíritu aparece en la cuna con las cualidades felices o desdichadas que cultivó en el pasado y, realmente, necesita la vigilancia y la instrucción necesarias para el justo uso en la lucha que vuelve a empezar. Sabiendo, por nuestra parte, que la mayoría de las criaturas vuelven a la reencarnación, como consecuencia de sus propios errores, es imperativo tender un brazo fuerte a los pequeños, para que, desde temprana edad, se fortalezcan para combatir las tentaciones que surgirá de ellos mismos. Las tendencias inferiores son raíces que son muy difíciles de erradicar. Y, si nos relajamos, vuelven a producir para el mal, en el momento adecuado, como sucede con las verduras venenosas olvidadas en la tierra.
Demetrio termino, a través del médium, enfatizando la gravedad del problema y distribuyendo consuelos renovadores.
En casa, Doña Perpetua, la madrecita de César, deseando fijar las enseñanzas en la memoria del hijo, comenta, entusiasmada, los merecimientos de la alocución.
Mientras disfruta del té, se refiere a los inadaptados de la infancia, como si provocara una conversación en el joven.
Después de escucharla, taciturno, durante largo rato, César reflexiona:
– No le veo mucha importancia al asunto. Respeto la idea espírita del amparo a la criatura, pero creo que la educación debe ser libre. Contradecir a un muchacho en sus inclinaciones naturales sería torcerle el corazón. Incluso admito que un cuadro muy triste, en la delincuencia de los jóvenes, es un simple resultado de las extrañas exigencias de los hogares, en los que los padres ignorantes obligan a los niños a crecer con decepciones y represiones…
-Hijo mío– intervino Luchini, padre-, libertad sin deber es sementera de injusticia y desorden…
César, con todo, rebatía:
– Estoy comprometida y pronto tendré mi propia casa. Si Dios me confía un hijo, será libre, crecerá sin prejuicios ni supersticiones…
Ante la amargura que aparecía en su voz, los padres guardaron silencio.
Y, de vez en cuando, cuando surgía el tema de tal o cual entendimiento doméstico, el joven volvía a la reacción, rebelde e irritable.
II
Después de algún tiempo, César estaba casado, padre de familia. En cuatro años, Cilene, su mujer, tan culta y caprichosa como él, le había enriquecido su corazón con dos hijos.
Luis Paulo y Vera Linda crecían mimados y sonrientes.
Como si el mundo les perteneciese, tenían todo lo que deseaban, al alcance de las manos.
Destruir juguetes y utilidades parecía una vocación para ellos desde las primeras horas.
Eran diablillos incorregibles en casa.
Sin embargo, que nadie les regañase, ni siquiera desde lejos.
A sus propios abuelos, Cilene y César no dudaban en dar avisos en momentos de crisis.
– Madre – dijo el niño, confiado -, no te entrometas. Los chicos son gratis. No quiero vergüenza.
Y la nuera confirmó:
– César tiene razón. Un niño contrariado hoy estará enfermo mañana. Nuestros hijos no crecerán mentalmente desfigurados.
La vida avanzaba como de costumbre.
Cuatro glosas pasaron rápidamente.
César Luchini, feliz en los negocios, creció económicamente en São Paulo.
Tierras sobrevaluadas y algunas aventuras en el tipo de cambio consolidaron su posición.
Él era, después de todo, propietario, con un mundo de amigos.
Los principios espíritas y los padres, ahora desencarnados, habían desaparecido en el tiempo.
La pareja adinerada tenia semana completa.
Discotecas, recepciones, visitas, juegos…
Materialmente, todo es fácil, como un barco en una brisa ligera, en un día azul.
Con todo, si Vera Linda, no obstante voluntariosa y de trato difícil, perseveraba en el estudio, preparando el triunfo universitario, Luis Paulo cayera en el resbaladero del vicio.
A los veintiséis años de edad, era un colgador de malos hábitos.
Padres y amigos intentaron en vano arrebatarlo de compañías deplorables y peligrosas.
Se embruteció en la vida nocturna, consumiendo sumas considerables, inaccesibles a cualquier reproche.
César y la esposa, al principio, gritaron, amonestaran, reprendían, mas era tarde…Y porque tuviesen largo programa de vida social que atender, pasaron a ignorar la existencia del hijo, reduciendo su asignación, en el supuesto de que esto mejoraría sus impulsos.
Mientras la pareja de nuevos ricos se entregaba al lujo de viajar constantemente, disfrutando del placer de las grandes carreras en autos de lujo y favoreciendo diferentes deportes, abrazando amigos o bebiendo en playas lejanas, el joven se sumió en la delincuencia.
III
Agradable noche de sábado.
El gran jardín, que flanqueaba la casa aislada, olía a un raro perfume.
Afuera, los jazmines en flor y el viento que mecía las hojas de los carismas.
César y Cilene, de buen humor, se despiden de su hija que está inclinada sobre sus libros, ala espera del próximo examen.
La pareja tiene una cita.
Deben abrazar a amigos recién llegados de Nueva York, que viven en una mansión en Jardín América, más le dejan su número de teléfono.
Que la hija no se preocupe.
Es una visita corta.
Vera Linda está sola.
Enciende el televisor y reparte la atención entre los libros y un programa musical televisado.
El reloj silencioso marca las horas. Nueve, diez, once…
De súbito, oye pasos. Alguien llega.
Se levanta, tranquila, en la convicción de que los padres están de regreso.
Con todo, en breve instante, ve a un enmascarado que le apunta con un revólver.
-No grite o morirá! –dice, en voz pausada.
Y le ordena ríspido:
– Deme la llave del cofre. Quiero las joyas de la casa. Ya sabes… Date prisa, no hay tiempo que perder…
La niña, lívida, atiende al desconocido que la empuja hacia el interior, como si conociera la intimidad del hogar.
Aterrorizada, quiere pensar, reaccionar… Pero no puede.
Obedece automáticamente.
Saca la llave de un diminuto jarrón, pero el intruso, pistola en mano, murmura con firmeza:
– ¡Abra usted!
La niña se adelanta y entra en la habitación de sus padres, seguida por el implacable malhechor.
Al abrir la caja fuerte, recuerda que su padre siempre guardaba un revólver en un pequeño cajón lateral.
“No vacilaré” – reflexionó para sí misma.
Abriendo la puerta de acero, encuentra el arma, buscándola a tientas con sus delgados dedos. Y, en un movimiento repentino, aprieta el gatillo contra el desconocido, golpeándolo en el corazón.
El encapuchado suelta un grito ronco, se tambalea y cae bañado en sangre.
La joven aterrorizada corre hacia el teléfono y marca.
En Jardín América, César y Cilene juegan tranquilamente al pif-paf.
El capitalista entonces escucha la voz de la hija:
– ¡Papi, papi, ven pronto! Maté a un hombre… Un ladrón…
Abrumados por la angustia, la pareja toma el auto, acompañada de dos amigos. Uno de ellos es médico. Hará lo que pueda para aliviar la tragedia.
En breves minutos, el grupo entra en la casa.
Vera Linda solloza.
Descubriendo, no en tanto, la cara enmascarada del cuerpo inmóvil, surge la sorpresa.
El muerto es Luis Paulo.
La moza, se aproxima, ahora semi solloza y se arroja en los brazos inertes del hermano muerto.
Los padres lloran, pero el médico amigo, endurecido mentalmente para la solución de los grandes conflictos de conciencia, sugiere, serenamente:
– César, confórmate. Lo que está hecho, hecho está. Estamos ante un suicidio.
Llamaré a asistencia y me haré responsable.
Al día siguiente, César y Cilene, con lentes oscuros, asisten al funeral de su hijo como si estuvieran en un desfile de moda, y dos meses después, solos y desolados, acompañan a su hija en un auto cerrado, para encerrarla en un manicomio…
A pesar del efectivo aprecio y de la confesada admiración que votamos a la inteligencia humana, somos compelidos a reconocer que ella aun no dispone de capacidad suficiente para avaluar bien la divina grandeza del Espíritu Crístico de Jesús. Eso talvez explique por qué tantos ilustres intelectuales intentaron e intentan minimizar el significado del Evangelio en el contexto de la evolución planetaria, aunque ninguno jamás haya osado negarle la inigualable expresión moral y la profunda influencia en la historia de los pueblos. Buscan, sin embargo, ignorarle la inapreciable contribución en los campos de la Ciencia, de la Filosofía y del Derecho, procurando limitarlo a las dimensiones de apenas una religión, entre las demás religiones humanas. Es, sin embargo, llegada la hora de inferirse mejor a la realidad de los hechos, para que la verdad y la justicia prevalezcan, en el interés de la Humanidad.
Antes de pasar a otras consideraciones, consideramos de gran importancia destacar aquí la extrema sencillez, la completa humildad, la pobreza, el desarme y la sencillez con que Jesús marcó, de manera ineludible e indeleble, su presencia y su mesianismo en este mundo. Él no tenía dónde reclinar la cabeza. No poseía nada material, ninguna propiedad, ningún dinero, ningún bien. Se rodeó de la gente más inculta de un pueblo sometido social y políticamente. Reunió a su alrededor a amigos rudos y analfabetos de la región más pobre del Imperio Romano.
Hablaba siempre en el lenguaje más sencillo que nadie jamás haya usado, y sin haber escrito nada con sus propias manos, dejó todo registrado en el corazón y en la memoria de quienes escucharon su palabra y fueron testigos de su ejemplo. Peregrino muy pobre, sin bolsa ni bastón, sin título ni dinero, nunca ocupó ninguna cátedra, nunca tuvo la más mínima participación en el poder mundano, ni cualquier grado de escolaridad, fue coronado sólo con espinas, azotado públicamente como si fuera un bandido, y finalmente clavado en una cruz infame, como si fuera un ladrón.
Fue así su presentación y su actuación lo que dividió las edades terrenas en antes y después de él, como nunca nadie lo hizo, permaneciendo para siempre como la presencia más grande, el hito más alto, la expresión más alta e imperecedera de toda la historia humana, en todas las épocas del mundo.
¿Cómo consiguió eso? Invitamos a los intelectuales de todo el mundo a considerar seriamente esta pregunta: ¿cómo lo hizo y lo consiguió? ¿Porque cuanto más tiempo pasa, más es recordado, cuanto más se ama, más fuertemente se convierte en el centro vivo de todas las civilizaciones, de todas las controversias filosóficas, de todas las discusiones religiosas? ¿Como su nombre y sus enseñanzas, en vez de morir en la pobre Palestina, se reafirmaron en todo el Imperio Romano, después por todo el Occidente y ya ahora en todas las regiones de nuestro mundo? ¿Qué Hombre fue ese, que dijo y que hizo, para producir tan indescriptible y permanente conmoción permanente, cada vez mayor, más consecuente, profundo e irresistible? ¿No es cierto que si pudiéramos sumar todos los grandes genios, todos los grandes santos y todos los grandes guerreros, a todos los estadistas, reyes, poetas, músicos, científicos y filósofos, toda esta majestuosa pléyade representaría una pálida legión de gloria y poder, si se los confrontara con el poder y la gloria de Cristo Jesús, a quien el tiempo mismo, que a todo lo demás destruye, solo agrega honores divinos?
¿No será que Cristo crece, día a día, ante los ojos y el corazón de los hombres, precisamente porque sólo poco a poco, a medida que los hombres evolucionan, pueden comprenderlo mejor y sentirlo mejor? ¡Sí, Hermanos en la Humanidad! ¡Eso es lo que sucede! Solamente a la medida que vamos creciendo en inteligencia, en dignidad moral, en pureza de sentimientos, en experiencia de vida, en ciencia y en técnica, podremos, lenta pero eficazmente, comprender mejor, y sentir mejor el Espíritu y el Mensaje del Divino Cristo! tan inmensos son Su poder y sabiduría, Su amor tan inefable, que pudo obrar este sublime milagro de revelarnos, sin eclipsarnos, verdades eternas, de innumerables rostros, dosificándolas de tal manera y con tanta propiedad, que pudieran ser comprendidas y asimiladas por nosotros, sin prisas, sin traumas, sin imposiciones, sin inconvenientes, ofreciéndonos un legado inagotable de sabiduría y amor, capaz de nutrirnos y enriquecernos para siempre!
¡Cuántas verdades trascendentes y desconocidas nos fueron reveladas por Jesús y registradas en su Divino Evangelio! Hasta que la palabra amorosa y sabia del Maestro nos iluminó, que idea teníamos de nosotros mismos? En la pobreza de nuestra imaginación, no éramos más que seres creados al azar por los caprichos de dioses indiferentes y crueles, cuya benevolencia había que conquistar con sacrificios y ofrendas serviles, y cuya ira casi nunca se apaciguaba sino frente ala sangre inocente de nuestros propios hijos, que nos vimos obligados a inmolarlos! Liberándonos definitivamente de este servilismo degradante y elevándonos a la incomparable condición de Príncipes de los Universos, Jesús nos reveló la paternidad amorosa del Dios Eterno y único, nos hizo conscientes de su bondad omnipotente, de su justicia misericordiosa e infalible, de su presencia omnímoda y perenne, enseñándonos a elevar la potencia de nuestro pensamiento a Él y confiar con devoción filial en su infatigable Providencia!
Honrando nuestro entendimiento, nos dijo, antes que nadie, que en la Casa del Padre hay muchas moradas, que la vida es a través de la infinidad de espacios, que incontables multitudes de palacios espacios siderales cobijan Humanidades radiantes, que el Padre no cesa de trabajar, de crear, de expandir y sublimar las bendiciones supremas de la vida. Corrigiendo viejos conceptos erróneos, afiliados a nuestra ignorancia ancestral, nos invitó a comprender que Dios da a cada uno según sus obras, en perfecto acuerdo con la Ley de Causa y Efecto, estableciendo nuestras concepciones de justicia sobre nuevas bases. Nos habló claro de la ley de las reencarnaciones, de los imperativos de la evolución incesante, de la indispensabilidad del propio esfuerzo, del mérito personal, para el progreso sin fin.
Sólo una increíble ceguera del entendimiento puede negarse a reconocer cómo contribución legítima al progreso de la ciencia la revelación de las verdades científicas por ella todavía ignorados, como la pluralidad de los mundos habitados, la ley de las reencarnaciones, la Ley de Causa y Efecto como base de la justicia soberana, la paternidad universal de Dios, que desautoriza la teoríade generación espontánea, la ley de intercomunicación entre los planos espirituales de vida, que consagra el carácter científico de los fenómenos mediúmnicos y la ley de compensación de valores, según la cual el amor cubre la multitud de los pecados.
Curiosamente, la Ciencia, oficialmente considerada como tal, ha tardado dos mil años en admitir, con gran timidez, la remota posibilidad de cada uno de estos elementos elementales y fundamentales, y aún no ha logrado incorporar ninguno de ellos a su acervo de conocimiento definitivo, debido a la falta absoluta de condiciones técnicas para las pruebas necesarias!
Cuando la ley de las reencarnaciones sea finalmente comprendida y aceptada por la Ciencia, la Psicología y el Psicoanálisis alcanzarán niveles de progreso excepcionales. La psiquiatría actuará con mayor seguridad y eficacia cuando puedan comprender los ascendientes y mecanismos de la fenomenología mediúmnica. La parapsicología encontrará caminos ilimitados de desarrollo cuando incorporen a sus principios la certeza de la inmortalidad y las técnicas de intercomunicación de los Espíritus.
El día en que la Medicina logre detectar en la mente el fulcro causal y el núcleo controlador de todas las actividades y acontecimientos vio psicofísicos, podrá inaugurar una nueva era para la salud y la el bienestar de los pueblos; y a través de la terapia para eliminar el odio y la codicia, el orgullo y de la intemperancia, probará que Jesús tenía razón cuando concedió la posesión de la tierra a los mansos de corazón.
En el futuro, la Medicina Espírita, bien servida por la Física de las Radiaciones y la Química de las Fluidos, sabrá utilizar los poderes psíquicos y las fuerzas de la Naturaleza para, como lo hacía el Doctor Divino, interrumpir el sueño cataléptico, liberar a los poseídos y obsesionados, curar a los paralíticos y ciegos, limpiar a los leprosos, restaurar el oído a los sordos y la luz de la paz a los desesperanzados.
La Sociología y la Política, iluminadas por el Evangelio, ya no se perderán en el laberinto de complicadas teorizaciones inconclusas y al abismo de dolorosas experiencias de fuerza, porque resolverá, con la simple aplicación de la Ley del Amor, los angustiosos problemas sociales de la infancia en abandono, vejez desprotegida, racismo opresor, pauperismo masivo, odio de castas y clases, la explotación económica de grupos, la prostitución, el desempleo, el vicio organizado, violencia oficial y e de las leyes inicuas.
La filosofía, en cambio, sólo puede quejarse de sí misma, por no haber sido capaz de asimilar, hasta aquí, las enseñanzas más sustanciosas del Excelentísimo Maestro. Si siguen siendo tan precarias la conceptos filosóficos de la ética, es porque los hombres de pensamiento no han adquirido suficiente luz comprender verdaderamente la moralidad divina de Jesús, integral y eterna, definitiva y comprensiva. En términos sustanciales, la moralidad no es relativa, no es variable según las costumbres, culturas y épocas. Un día, los cultivadores de la Filosofía comprenderán que la Moral Evangélica es una norma eterna, a la que finalmente habrán de ajustarse las demás formas transitorias de la moral menor, porque las diferenciaciones evolutivas, en la dinámica del progreso, sólo traducen valores provisionales que no pueden confundirse con los módulos estables de valores mayores, definitivo y supremo.
¿Cómo cambiarán los conceptos de la Estética, cuando el Bien sea, en el mundo, el soberano y único modelo de arte y conducta! Seguramente cesarán las aberraciones y monstruosidades que lamentablemente se inciden en sí mismas como formas consideradas hábiles de la belleza, y que no son más que oscuras expresiones de distorsión mental y grosera distorsión de la sensibilidad.
Quizás, sin embargo, sea en los dominios de la Lógica donde se produzca la mayor revolución, en la nueva era del Evangelio Aplicado, porque el pensamiento regenerado ya no adoptará falsas premisas para llegar a falsas conclusiones, etiquetando tales fracasos con engañosos sellos de insostenibles silogismos. Cesará, para felicidad de todos, el tiempo infausto de enmascarar la verdad y, a través de compromisos con el error, para paralizar la justicia.
Entonces ya no tendrán honores de las doctrinas filosóficas las concepciones que niegan la paternidad de Dios y la dignidad humana, la superioridad del bien y la fraternidad universal, la supremacía del amor y la soberanía de la verdad.
Digna y constructiva, la Filosofía no se prestará más a la coordinación de regímenes políticos y sociales de odio y rapiña, o de disturbios perversos u movimientos de subversión de la moral y de las de costumbres. Será, más bien, la gran propulsora de nobles ideas, palanca de progreso, generoso incentivo de sublimes conquistas del pensamiento, para etapas superiores de evolución y de grandeza.
Proclamando la paternidad soberana, única y universal de Dios, Jesús condenó la vieja y arraigada institución de la esclavitud; definió la igualdad fundamental de los derechos humanos; equiparó a la mujer con el hombre, liberándola de la antigua mancha de inferioridad biotipológica; reformulando el derecho de las obligaciones, erigiéndolo en justo árbitro de las relaciones entre hermanos iguales;abolió los juramentos , como innecesarios, ultrajantes y sacrílegos, indignos de seres responsables y merecedores de la fe; eliminó las concepciones arraigadas de un estado de necesidad, como justificación de los delitos contra los demás; estableció una nueva luz para esclarecer el derecho a la propiedad, limitándola exclusivamente al bien común, con exclusión total de cualquier egoísmo de Cpoomsso o e. El Derecho Humano está aún lejos de estos principios divinos de legítima fraternidad y verdadera justicia!
Cuántos dolorosos conflictos, cuántas pruebas difíciles, cuánto dolor y cuántas lágrimas habrá que estimular todavía el sentimiento y la inteligencia de los hombres, para que finalmente comprendan y acepten las orientaciones evangélicas como normas ideales para sus instituciones, para tener gozo y paz en sus vidas! Hasta entonces, la sabiduría del Maestro seguirá pareciendo para los sabios juristas del mundo algo lírico e irreal, fantasioso e inaplicable…
¡Pero mientras haya pobres y hambrientos sobre la faz de la tierra, gente que llora y almas sin piedad, la palabra de Jesús no dejará de resonar en las eternas Bienaventuranzas! Por más que se demoren, los principios de la fuerza serán reemplazados, en el mundo, por los de la misericordia, y los mandamientos de astucia por los de verdadera justicia. Ese día, por encima del Derecho Público y del Derecho Privado, el Derecho de Sociedad y el Derecho de Familia, estará el Derecho Divino del Amor Universal y Eterno, rigiendo la vida humana para la comprensión y la felicidad.
Entonces, la Religión ya no será objeto de explotación entre los seres humanos, ni instrumento de poder político ni de exacerbación de las vanidades sociales. Las oraciones, sentidas y sinceras, no se comercializarán y los mayores entre los hermanos serán invariablemente los servidores de todos.
El legado divino de Jesús, que la Humanidad Terrena aún no ha querido aceptar y no ha podido recibir, es el de un mundo feliz, de paz y de amor, sin injusticia, sin reproche, sin miseria, sin orfanatos, sin crímenes y sin odios, sin fratricidios y sin guerras, donde todos, en la solidaridad y el progreso, crearán la Belleza, desarrollarán la Ciencia y las Artes, la Filosofía y la Tecnología, con el trabajo digno y el descanso honesto, en la nobleza del hogar y en la administración operosa y esclarecida.
Los corazones amorosos, en todos los tiempos, han apelado a la oración para socorrer a distancia a los seres queridos. De las prácticas mágicas, nacidas en la selva, en las regiones polares, en los desiertos y en la vastedad de los mares, el hombre ha pasado, en las civilizaciones agrarias y pastoriles, a las rogativas dirigidas a los dioses. De la forma de acción directa de la magia salvaje, principalmente la simpática o simpa tética, basada en la idea de las relaciones por semejanza, la mente más experimentada y más desarrollada pasaba a la acción indirecta de las rogativas. La acción directa es mágica. No pertenece al campo de la Religión, sino al de la Magia. El Homo Faber, o sea, el hombre que confía en su capacidad de hacer, habiendo descubierto relaciones de semejanza (simpáticas) entre cosas y seres, creía poder actuar directamente a distancia sobre enemigos y amigos, por medio de las relaciones de semejanza.
El Homo Sapiens, o sea, el hombre interesado en saber, buscaba conocer un tipo superior de relaciones – el mental y emocional, que se ligaba con sus dioses (espíritus buenos), a los cuales encaminaba sus rogativas. Así nacieron las Religiones, arrancadas por el espíritu de las entrañas materiales de la Magia.
En los pueblos más avanzados de la Antigüedad –entre los cuales destacaban en ese campo los egipcios, los griegos, los judíos, los arrianos de la India, los chinos y los celtas– el empleo de la mediumnidad en las prácticas oraculares aceleró el desarrollo espiritual de la Humanidad. Esa aceleración produjo cierto refinamiento intelectual, restringido a las elites culturales, y convirtió el acervo de experiencias de las prácticas mágicas en formulaciones teológicas y elaboraciones litúrgicas y rituales, doradas con la purpurina de los sofismas y de las pretensiones teológicas.
Las ordenaciones y las consagraciones han llenado el mundo civilizado de instituciones supuestamente sagradas, en que permanecen hasta hoy los residuos mágicos de las selvas. Estas Religiones u Órdenes Ocultistas están cargadas de conceptos absurdos sobre la vida y la muerte, con ceremoniales especialmente preparados para influir sobre la credulidad de las criaturas ingenuas o sensibles.
La Edad Media europea, así como los períodos medievales diferenciados en otras partes del mundo, originó el fanatismo religioso y las guerras de religión, las más impías y brutales, llevadas a cabo en nombre de Dios, cuyo concepto era recortado del modelo bíblico de Yahvé, el Dios de los Ejércitos de las bárbaras conquistas judaicas.
El Cristianismo se convirtió en una superestructura cultural fundamentada en la magia primitiva de la sangre, con todas las consecuencias falsas e inhumanas de una ‒Ciencia de lo Absurdo– la Teología, Ciencia de los hombres que tenían a Dios por un objeto. La reacción dialéctica era inevitable y el aceleramiento cultural, regido por las leyes del espíritu, engendró la rebelión científica del Renacimiento, la Era de la Razón.
Únicamente en los siglos XVIII y XIX se abrieron las perspectivas hacia una comprensión racional, y por tanto humana, de las relaciones espirituales entre Dios y el Hombre. Y solo la pesquisa espírita y sacrificial de Kardec consiguió romper la bruma que restó de las pesadas tinieblas teológico-medievales. Alejadas las brumas, Kardec pudo ofrecer al mundo el concepto de la telegrafía humana, en el cual el problema de la oración, tomado en el sentido más simple de la palabra plegaria, restablecía la verdad acerca de la naturaleza humana y sus relaciones con Dios.
Al mismo tiempo, se descubría la existencia de las relaciones humanas a distancia, de la telegrafía humana, tan simple y natural como las que se producían entonces por medio del telégrafo eléctrico. En ese procedimiento telegráfico, aparentemente mental, los hombres podían comunicarse entre sí a través de todas las distancias, inclusive las distancias hasta entonces insuperables, las distancias de la muerte. Y el problema de la muerte, en que hasta hoy las Iglesias se confunden y se embarullan, se hacía claro para la comprensión de cualquier criatura con buen sentido.
Esa expresión común –el buen sentido– plebeya, populachera, convertida por el vulgo en pequeña medida de bolsillo de los moralistas de esquina, Kardec la convirtió en criterio de verdad. Era un escándalo hablar de buen sentido entre las alucinaciones teológicas de aquella época y la locura fecunda de los científicos.
Descartes lo había llevado a cabo en un desafío de espadachín, en un golpe de ironía contra los teólogos pero Kardec lo hacía en una toma de posición en el campo de la Verdad. El buen sentido, que hasta entonces solo había servido como recurso de acomodación de los mediocres a las reglas banales de la moral burguesa, entre los copos de algodón de la hipocresía, se convertía en brújula de navegantes audaces por mares nunca antes navegados. Y Kardec demostró, sin alardes, con la tranquilidad del sabio, que esa expresión humilde y despreciada era la propia llave del futuro. No era por medio de golpes de imaginación, de inspiraciones e intuiciones maravillosas, sino de la observación y de la pesquisa científica de los fenómenos, como se podía arrancar la verdad acerca del hombre, la vida y la muerte, el destino de la Civilización es obtener una concepción lógica de Dios.
La realidad total solo nos era accesible a través de ese point d’optique, de ese centro visual en que todo el Cosmos se reflejaba; el descubrimiento de la telegrafía humana no había sido un golpe de genio, ni un relámpago de la Sabiduría Infusa de los teólogos, sino el resultado de pesquisas minuciosas e insistentes, en la carne y en el espíritu de criaturas ingenuas y sencillas. Hoy las pesquisas parapsicológicas y biofísicas en plena Era Cósmica comprueban la realidad de la telegrafía humana con la expresión científica de la telepatía, que dice exactamente lo que Kardec proclamaba en su tiempo, hace más de un siglo. Telepatía no es únicamente la transmisión del pensamiento, sino de todo el pathos individual de la criatura, que se define también como proyección del yo. Gracias a esa proyección espiritual podemos hablar de tele adoctrinamiento, o sea, adoctrinamiento a distancia. Kardec relata en la REVISTA ESPÍRITA la curación de una joven obsedida, cuya familia católica no permitía su asistencia frecuente a las sesiones espíritas; a espaldas de la familia y de la propia joven, se formó un pequeño grupo de amigos que pasó a reunirse todos los días, en hora determinada, emitiendo pensamientos de ayuda y orientación espiritual hacia ella y hacia las entidades perturbadoras. La muchacha fue curada sin llegar a tener conocimiento de ese hecho. Experimentos actuales de telepatía, llevados a cabo por investigadores ingleses, como los profesores universitarios C.G. Soal, Wathely Carrington y Price, así como por estudiosos norteamericanos, como Rhine, Pratt y Puharich, e investigaciones de soviéticos, como el Prof. Vassiliev y el grupo de pesquisas de la Universidad de Kirov, han confirmado plenamente el éxito de esas intervenciones a distancia. Incluso han llegado a comprobar la posibilidad de acción hipnótica a distancia, por medio de la telepatía. La Ciencia Espírita tiene hoy la sanción de la Parapsicología, por medio de experimentos y pesquisas llevados a cabo en los mayores y más importantes Centros Universitarios del mundo.
De esa manera, la costumbre aparentemente ingenua de colocar el nombre y la dirección de personas necesitadas en la mesa de sesiones espíritas, a fin de que sean beneficiadas a distancia, no solo por los métodos espirituales de cura, sino además por el alejamiento de entidades perturbadoras y obsesoras, se integra hoy en el campo de las realidades científicas comprobadas.
El Espiritismo se afirma como la primera Ciencia de lo Paranormal, de cuyos flancos flagelados por la sapiencia arrogante y falsa del materialismo y del religionismo fanáticos, han nacido las disciplinas científicas modernas y contemporáneas de la Parapsicología, la Psicofísica y la Metapsíquica de Richet. Las prácticas de acción a distancia pueden ser individuales o de grupos, dependiendo su eficacia únicamente de la buena voluntad y de la intención real y firme de auxiliar a los necesitados. Aquellos que todavía hoy consideran esas prácticas de solidaridad humana como utópicas o supersticiosas, por más acreditados que estén culturalmente, revelan falta de actualización científica o, lo que es peor, prejuicios inadmisibles en nuestro tiempo. Aquellos que pretenden reducir la fenomenología paranormal a manifestaciones de facultades humanas sin intervención de entidades espirituales contrarían la realidad científica mundialmente comprobada, pretendiendo colocar sus opiniones personales y sus prejuicios por encima de las rigurosas comprobaciones científicas actuales. Se trata de pretensión evidentemente exagerada. Aquellos que se apoyan en creencias y dogmas religiosos para oponerse a esa realidad son espíritus sistemáticos. El Espiritismo, como afirmó Kardec, es contrario al espíritu de sistema, fundamentando sus principios en la observación y en la pesquisa. Los hechos son los hechos y solo pueden ser negados por pesquisas científicas rigurosas, llevadas a cabo por científicos cualificados.
La Obsesión – El pase – El adoctrinamiento J. Herculano Pires
Se confunden normalmente el comportamiento serio y digno con la petulancia y presunción.
La inmadurez psicológica de algunos neófitos en el conocimiento austero del espiritismo concluye, equivocadamente, que la simplicidad del corazón y la modestia enseñada por las doctrinas deben revestirse de descuidada apariencia, de hablar sencillo, de exógenos verbales y locuacidad intempestiva, derrapando en trastornos de conducta social y malformación adicional en el reducto doméstico.
Todo tema y doctrina graves deben ser tratados de forma elevada, sirviéndose de lenguaje apropiado, con la compostura correspondiente al significado noble del emprendimiento, y aplicación adecuada de conducta.
Con certeza, no se trata de servirse de cualquier tipo de máscara de seriedad de cara apretada, de semblante sombrío o de palabrerío complicado.
Las cuestiones superiores son tratadas con respeto y gravedad, de forma que se incorporen al ser que las penetra.
Seriedad no equivale a introspección constreñida que distancia a uno de otro individuo, así como la jovialidad no puede ser entendida como vulgaridad en el trato y en la convivencia con los demás.
El conocimiento espirita, cuidando esencialmente de los principios de alta relevancia en torno del ser, de su existencia en la tierra, de los procesos de superación de los atavismos infelices, del crecimiento interior de naturaleza intelecto-moral, establece propósitos de elevación espiritual, substituyendo la ausencia del tránsito carnal por los altos significados de carácter inmortal.
Visa, sobretodo, al entendimiento en torno de las ocurrencias del día a día, mediante sus implicaciones filosóficas, a fin de tonar la experiencia evolutiva más saludable, mucho mejor la vivencia de los contenidos de que se reviste, de forma que él, aprendiz madure psicológicamente con más rapidez de lo que aquellos que buscan otras formas para la conquista de la felicidad.
Elucidando las razones del sufrimiento y de los inmensos conflictos que aturden a la sociedad; ampliando los horizontes terrestres y demostrando que la casa del Padre tiene muchas moradas, que son esos majestuosos nidos de astros que gravitan en los infinitos espacios, propone esperanzas y consuelos, comportamientos optimistas y grandiosos, descorriendo la cortina que impide la mejor visión del destino y de la propia inmortalidad.
Es natural que la responsabilidad tome cuenta del carácter de quien se aficiona al estudio y a la vivencia de tan magnifica propuesta, despertando el interés incontenido de experimentar desde luego la exuberancia de todo cuanto le está destinado.
A la estrecha visión del mundo físico, transitorio y conflictivo, la majestad del cosmos con sus archipiélagos de astros fulgurantes, aguardando por los viajeros audaces, después de su victoria sobre los caminos torturantes por donde ambulan en la actualidad.
En su cara, en vez de la expresión ruda y agresiva, surge la alegría espontanea, una peculiar luminosidad que se origina en la dureza del espíritu que se expande en forma de expectativa porque luego conseguirá más.
Se tornan, naturalmente, ciudadanos del universo, con inmensa gratitud por el planeta que les es madre generosa, preparándolos para la conquista de las estrellas.
**********
Esfuérzate por liberarte de las esposas que te retienen en la cárcel privada de los conflictos, de las pasiones serviles, de las herencias que dictan los falsos comportamientos, de los complejos de culpa, de inferioridad… Eres hijo de Dios en proceso de crecimiento espiritual.
La divina paternidad te creó para que seas heredero del universo.
Amplia la capacidad de entendimiento en torno de la vida y no te detengas.
Avanza desde las tinieblas de la ignorancia para rumbo a la luz libertadora.
Conténtate con lo conseguido, sin detenerte en lo ya logrado, avanzando siempre y sin cesar, acordándote, sin embargo, de los hermanos en la retaguardia, de aquellos que necesitan de tu ayuda a fin de poder crecer contigo también.
Nunca te ensoberbezcas en razón de lo que sabes, comprendiendo que la visión amplia, de hoy estará totalmente superada más tarde, cuando alcances un ascenso más amplio.
Tórnate compasivo en relación con aquellos que no te conocen y que te combaten ferozmente, dominados por la envidia bajo la instigación de los tormentos que los vencen impiadosamente.
Ellos, tus perseguidores, no son malos, están, por cuanto, enfermos o dominados, por adversarios desencarnados que se complacen en mantener el desconocimiento de la verdad en la tierra, de modo que puedan manipular a las criaturas ignorantes a su vil e innoble placer.
Retribúyeles la insidia y el mal querer por la simpatía y por la compasión, por contactar mientras se encuentran distantes de los objetivos nobles de la existencia corporal.
Ellos, ciertamente, le gustaría encontrarse donde te ven, más aun no tienen el coraje de realizar el auto enfrentamiento, desnudándose de las apariencias engañosas para proceder el trabajo de identificación con la vida real.
Tus conquistas espirituales, te proporcionan la salud integral y, por eso, disfrutar del bienestar, aun mismo cuando las ocurrencias menos agradables te sorprendan en el curso terrestre.
Ese conocimiento dinámico te proporciona fuerzas para que rompas la coraza de la indolencia y del conformismo enfermizo. Él te concede la sed de saber más, de conquistar el infinito, sin que se te haga necesario abandonar la vereda por donde sigues.
Nunca te perturbes ante la agresión de los indiferentes, de los torpes, de los viciados y esclavos del egoísmo. Ellos aún no tienen capacidad para salir de los límites que se impusieron, lo que les facilitaría estar a tu lado, en consecuencia no admiten que seas mejor que ellos. Te desean desaires y desdichas, sufriendo, porque te ven feliz y combatiendo en el bien.
En Razón de eso, se hacen más mezquinos y aumentan el cerco en torno de tus quehaceres, sirviéndose de todos los recursos de que disponen, que son las tinieblas…
**************
Cuantos más perseguido, más amoroso se presentaba Jesús.
Mientras estuvo discretamente en Su oficio en Nazaret nadie leconfería valor, importancia.
Cuando, sin embargo, se desveló, presentándose como el excelente
Hijo de Dios, el Mesías cambiando los rumbos de la humanidad, la persecución ruda, oculta y pública surgió, intentando interrumpirle la jornada.
Fue en ese periodo que El más se agiganto, viviendo la inmortalidad en la que todos nos encontramos sumergidos, consolando a la humanidad sufridora con las sublimes canciones del reino de los cielos.
Tómalo como ejemplo, y hazte ciudadano universal sin discriminación de ninguna naturaleza, ni infeliz comportamiento de superioridad, parecido con todos, más no igual a esos…
***************
NUNCA TE PERTURBES ANTE LA AGRESIÓN DE LOS INDIFERENTES, DE LOS TORPES, DE LOS ESCLAVOS VICIADOS EN EL EGOÍSMO. ELLOS AÚN NO TIENEN LA CAPACIDAD PARA SALIR DE LOS LÍMITES QUE SE IMPUSIERON, LO QUE LES FACILITARÍA ESTAR A TU LADO, EN CONSECUENCIA NO ADMITEN TU LUZ DE AMOR ENCENDIDA EN EL VELADOR DE LAS ASPIRACIONES ELEVADAS Y EL DILUIRÁ TODOS LAS SOMBRAS QUE INTENTEN ENVOLVERTE.
APRECIAR LAS PEQUEÑAS COSAS PUEDE LLEVARTE A SER FELIZ
Aprecia las cosas pequeñas de la vida, porque si eres capaz de hacerlo también podrás ser feliz.
¡Hay felicidad cuando apreciamos las cosas pequeñas! Agradece ser quien eres. Da gracias por vivir, por estar en un lugar de este universo… No te encierres en un cuarto donde sólo hay soledad. Piensa en lo que tienes en vez de lo que te falta.. Hay momentos en los que esto es más fácil que otros, pero no es necesariamente algo que surja de forma natural. Si te gusta mirar alrededor de tu casa y ver las pequeñas cosas que la hacen especial, desde una foto de tu animal o amigo favorito en la pared hasta un objeto que te recuerda un viaje que hiciste hace años. La clave aquí es simplemente estar presente en esos momentos y apreciar lo que los hace especiales en lugar de pensar en cualquier sentimiento negativo que pueda surgir de ellos.
AGRADECE LO QUE ERES. Puede parecer que la mejor manera de sentirse más feliz es compararse con los demás, pero no es así. De hecho, esto puede conducir a la infelicidad e incluso a la ansiedad. En lugar de compararte con los demás, céntrate en estar agradecido por lo que eres y por lo que tienes en tu vida en este momento. Si aprecias todo lo que conforma tu personalidad y tu estilo de vida -tus amigos, los miembros de tu familia, tus aficiones-, también apreciarás más cosas de ti mismo.
AGRADECE POR ESTAR VIVO, POR ESTAR EN ALGÚN LUGAR DE ESTE UNIVERSO… Cuando estés agradecido por las cosas pequeñas, empezarás a ver lo mucho que hay que agradecer en tu vida. Muchas personas cometen el error de centrarse en lo que les falta en lugar de apreciar lo que tienen. Esto les lleva a un estado mental negativo que puede impedirles disfrutar de la vida y ser felices. Ser agradecido te ayudará a apreciar lo que tienes en la vida, y apreciar lo que tienes te permite ser más feliz contigo mismo y con tu situación en la vida.
NO TE ENCIERRES EN UNA HABITACIÓN DONDE SÓLO HAYA SOLEDAD. La soledad es un importante factor de riesgo para la depresión. Puede provocar sentimientos de aislamiento, desesperación y falta de esperanza. Si te sientes solo y sientes que no le importas a nadie, puede ser peligroso si no se trata. La soledad puede hacer que las personas sientan que no pertenecen a la sociedad porque no tienen amigos o familiares a su alrededor que les cuiden cuando necesitan ayuda con las tareas cotidianas, como preparar la cena o limpiar su casa. Esto puede conducir a la depresión si no hay nadie que les ayude a superar este difícil momento de sus vidas.
PIENSA EN LO QUE TIENES EN LUGAR DE EN LO QUE TE FALTA La próxima vez que te sientas deprimido, intenta pensar en lo que tienes en lugar de en lo que te falta. En lugar de centrarte en las cosas que te faltan en tu vida, empieza a apreciar las que ya tienes. Reconocer lo que va bien puede ayudar a crear una mentalidad positiva y alejar tu atención de los pensamientos negativos.
SÉ FELIZ APRECIANDO LAS PEQUEÑAS COSAS QUE TE RODEAN. A muchas personas les resulta difícil ser felices. Se quejan de que no tienen suficiente dinero o, si lo tienen, lo utilizan para comprar cosas que no necesitan. En realidad, hay muchas cosas bonitas en tu vida de las que nunca te has dado cuenta. Hay pequeños detalles y sorpresas por todas partes. Por ejemplo: Cuando paseas por un parque en un día soleado y sientes el calor del sol en la cara mientras los pájaros cantan en los árboles Cuando alguien mantiene abierta una puerta para otra persona que está delante (y luego espera amablemente a que pase primero) La sensación de alivio cuando acabas de tener una discusión con alguien y luego te reconcilias
CONCLUSIÓN Lo mejor de ser agradecido es que puede conducir a la felicidad. No importa la edad o la juventud; ya sea tu primer día en la Tierra o el último antes de la muerte, la gratitud hará que todos se sientan mejor consigo mismos. Así que recuerda pararte a oler las rosas hoy mismo.
Quien viaja a lugares desconocidos, mucho tiempo, puede informarse del camino que lleva al punto de su destino; sin embargo, si el camino, es conocido, y tienes que volverlo hacer, el viaje será rápido. Esto es lo que le pasó a mi extraordinaria ascensión a Venus: desde un jet, llegué a los límites de la atmósfera terrestre.
El planeta, sin embargo, ya estaba lejos del punto donde yo lo había dejado, ya se perdía en el horizonte visual hacia el occidente y se presentaba como estrella, tal como la vemos en la Tierra.
En el punto en que me hallaba, cuando fui llamado al cuerpo, solo encontré el excelso espíritu, cuyas irradiaciones luminosas me trajeron el recuerdo de la estrella que guio a los magos, sin duda, constituida por altísimos espíritus que recibieron del Señor aquella misión. Y, pensando en el caso, me vinieron estas ideas:
Los espíritus, desde que se limpien de las máculas de la materia, emiten luz, que se irradia más intensa y más lejos, en proporción a su progreso. Es por eso que ven más lejos de donde están, unos más que otros, y Dios, cuya irradiación abarca el espacio infinito, está en todas partes, como nos enseña las Sagradas Escrituras.
Me acerqué al guía, con el respeto del verdadero creyente que penetra en el templo erigido por los fieles, en el lugar del sacrificio del Hombre-Dios, el Hijo de María, ungido del Señor. En ese acercamiento, me sentí bañado en fluidos tan suaves y benignos, que produjo en mí algo parecido al fenómeno de la transfiguración en el Huerto. El espíritu angélico leyó mis pensamientos y, con inefable dulzura, me llamó y me dijo:
— No hay murallas que separen a los hijos del Señor, porque no hay quien los separe del Padre. Las distancias, que parecen colocar vallas entre los buenos y los malos, son de efímera duración, porque estas tienen la liberad de resistir la atracción del bien, la ley indefectible del progreso que les obliga a reconocer el mal que se hacen y abandonar el campo maldito, para libremente, alistarse entre los trabajadores de la bendita mies.
— Y así como los ángeles fueron demonios, los demonios serán ángeles. —Prosiguió el guía —, porque ambos son hijos de los hombres, responsables, por lo tanto, de ser atraídos, dominados, esclavizados por la materia y por todas las pasiones carnales. Serán ángeles, conforme progresen, se desmaterialicen y usen todas sus fuerzas para ayudar a sus hermanos más débiles, con la pura aspiración del bien. Todos, pues, sin excepción, tarde o temprano, más lento o más más rápidamente, llegarán a ver a Dios. Si tú te sientes pequeño a mis ojos; pero ten en cuenta que nosotros, los espíritus más avanzados que tú, no nos sentirnos más grandes a la vista de nuestro sacrosanto hermano Jesús, el Redentor, a cuya altura no tenemos merecimientos para llegar a nuestros labios. Él mismo, en su divina humildad, se considera nada a la vista del Supremo Padre.
— Anímate, hijo amado, por el conocimiento de estas cosas, que aún están ocultos a los hombres de vuestro planeta, y en comparación de lo que eres y lo que fuiste.
Tienes mucho que subir, infinita es la escala que debes subir; pero mira cuántos escalones ya has subido.
Levanté la vista y vi la escalera simbólica penetrando en el espacio, nublada, aun a mis pies, diáfano más arriba, luminoso más allá y siempre más y más, hasta quedar deslumbrante y yo no podía más ver la escalera.
«¡He emergido de la oscuridad!» ¡Ya puedo ver la luz!
El distinguido hombre respondió;
— Ya saliste de la oscuridad, pero mira lo que fuiste y lo que fue para tí la divina Misericordia.
Inmediatamente, como si una mano invisible me hubiese arrancado de los ojos un velo, que no me permitía ver sino las cosas materiales, yo vi, con mucha nitidez, un cuadro, donde se diseñaban innumerables escenas, de las que yo siempre fui protagonista, y ellas estaban en orden cronológico invertido; las más antiguas, que se perdían en la noche de los tiempos, estaban en primer lugar, y las más recientes, algunas palpitantes, incluso hoy, estaban allí al final de la larga fila.
¡Qué horror! Yo me vi nadando en un mar de sangre, que mi feroz perversidad se alimentaba con las nuevas carnes que iba rasgando. Yo era el tigre, el chacal, la hiena, la serpiente venenosa que poblaba florestas y desiertos de las eras primitivas. Era mil veces peor que todas las fieras juntas, porque estas derraman sangre para saciar el hambre, y, yo, para saciar odios y venganzas; las fieras no maltratan a los de su especie, y yo rasgaba el corazón de mis hermanos como Nero, el propio vientre en que fue generado…
Más horrible fue el final de esa existencia, cuando me hirió de muerte el rayo del Señor y me supe sin fuerzas, sin poder, sin medios para saciar la sed del mal, que crecía cuanto más me lanzaba al vórtice para apagarlo. En ese momento supremo, un rugido, un gemido salió de mi pecho, miserable guarida de todos los vicios y pasiones bestiales. Caí en el abismo insondable de la nada, yo que había tenido ¡el mayor poder, que era todo, todo en la vida! Retrocedí aterrorizado ante la horrenda perspectiva. Daría todo mi poder para evitarlo, para seguir viviendo, aunque sea como un vil extraño. La nada se había alzado ante mí como un espectro espantoso! ¡La nada! ¡Esa lucha contra el desmayo que precede a la muerte! Las propias bestias huyeron aterrorizadas con mis gritos y ninguna criatura humana se arriesgaría a traerme un palabra de aliento. Sólo los buitres negros me rodeaban, atraídos por el olor a carroña. Aullé, luché, luché hasta que, sintiendo que me faltaba la vista y la voz desaparecieron, apreté los dientes, afiné los labios y solté palabras de maldición, la blasfemia más espantosa que jamás haya quemado labios humanos: Tal es la vida, al final es así.
por no encontrar en las lenguas terrenales un término que mejor exprese ese estado.
Imagínese un desgraciado que solo tiene humo en el cerebro, sin ideas, sin pensamientos, sin sentimientos, pero con la conciencia de ser, de existir. Aquí está lo que yo llamo mi despertar de ultratumba, el despertar de todo el que, solo vive por la materia, acaba convencida de que más allá de esta vida no existe nada más, sólo la nada. Yo reviví, pero no quiero ni decir cuántos siglos me quede en este indefinible estado. Un día, sonidos confusos de voces humanas llegaron a mis oídos, y tan pronto como mis ojos se abrieron, vi, a lo lejos, como a mil leguas, una figura respetable anciano, cuyo rostro reflejaba inefable bondad de corazón.
— ¿Qué es esto, dónde estoy?
— Soy un espíritu y tu eres otro — El anciano me respondió desde allí — y tú estás en el espacio, que es el mundo de los espíritus.
– ¡Espíritu! ¿Yo, espíritu? Y tocándome reconocí que ya no tenía el cuerpo carnal.
– ¡Morí! Entonces, ¿Sobrevive el hombre a la muerte? ¿No se reduce a nada?
Estaba a punto de rendirme a las alegrías de este sublime descubrimiento, cuando legiones de espíritus, que fueron mis víctimas en la Tierra, me asediaron con furia.
Me había librado de la perturbación, pero había entrado en un doloroso castigo. Cada una de mis víctimas reclamaba su parte de venganza, y solo su mirada valía como una espada incandescente, que me atravesó como yo había atravesado sus corazones.
Traté de escapar de ellos, sin embargo, una mano invisible me detuvo y me ofreció a la furia de la multitud.
Deja, lector, que el yo de hoy, el yo que te escribe, que aún se siente conmovido con lo que vio, tenga un momento de respiro. Volveré al tema.
Los estudiosos de la población de la Tierra concluyen que la humanidad tardó más de un millón de años en llegar a la marca expresiva de mil millones de criaturas transitando el cuerpo físico. Sin embargo, para llegar a dos mil millones, gastaron exactamente 120 años; el índice de tres mil millones se logró en solo 32 años, y, solo en 14 años, el número se volvió sorprendente con cuatro mil millones, pronosticando que en sólo 11 años estaremos llegando a la cifra de cinco mil millones…
En consecuencia, según los mismos cálculos realizados por el Fondo del Medio Ambiente, que el crecimiento de la población en el momento es de 7,5 millones por mes, de lo que resultan 90 millones por año, excluyéndose las defunciones, que también son presuntas.
Aun así, según las mismas estimaciones, respiran la atmósfera terrestres, en estos días, 4.500 millones de criaturas humanas, lo que alarma a los ecologistas, biólogos, expertos en comportamiento y otros técnicos, que temen una catástrofe general, inimaginable.
Se dice que a medida que disminuye el espacio, aumenta la agresividad de los que están allí.
Sin embargo, basan sus temores en la investigación materialistas, sin darse cuenta de que la reproducción de la vida físico, como el equilibrio cósmico y todo lo demás, resulta de un horario previsto por la Divinidad, ya que es indiscutible, incluso en términos de la Ciencia actual, la certeza de un Ser pensante y hacedor que es anterior y existe fuera del Universo.
No hay duda en cuanto a la magnitud del momento que pasa, cuando los Espíritus, durante milenios retenidos en regiones de sombra y dolor, alucinados y primitivos, han sido enviados de vuelta al cuerpo con el fin de experimentar la oportunidad evolutiva que puede liberarlos de la propia situación.
Se levantan, asombrados y violentos, como estaban, retomando las primeras posiciones en bandadas o grupos de alucinados, interactuando con las posibilidades iluminadoras y esperando recibir educación y socorro, para que puedan integrarse en el contexto de la evolución que ahora está teniendo lugar en el planeta. Las Leyes son inexorables y nadie puede escapar de sus coyunturas.
La vida es un proceso de crecimiento incesante y fatal para el bien. Aunque el morbo que parece dominar en todas partes, hay también predominio del amor y explosión de bondad, demostrando vigilancia superior, en una demostración de que la vida misma no está abandonada, por casualidad.
La lucha es necesaria, el choque es indispensable, para que se puedan evaluar los valores, seleccionar conquistas, identificar logros.
El mensaje de Cristo es claro en todos sus tópicos, no eliminando la misericordia a los malvados e ignorantes, antes trabajando en la necesidad de combatir las causas que así los mantienen, ya que “todas las ovejas que el Padre (a Jesús) ha confiado serán salvadas».
Es justo, por tanto, que todos disfruten de la misma oportunidad, colocados en el taller del progreso que los impulsará al avance y al crecimiento.
Como resultado de la circunstancia, es imperativo que los cristianos se esfuercen por alcanzar altos logros, para que pueda brillar su luz en la densa oscuridad que se cierne, en cierto modo amenazante, sobre las almas en el aprendizaje reeducativo.
Antaño, fascinados por la mezquindad personal, los religiosos, olvidando el propósito principal de los postulados que abrazó la iluminación de los Espíritus en el camino a la felicidad eterna —, se revolvían, en apasionadas luchas como mezquinos, compitiendo por el dominio espiritual, porque eran más interesados en la victoria terrenal que en vencerse a sí mismos, en el intento de conquistar la Vida.
Dominados por una pasión ultriz, abandonaron el espíritu de mensaje, sumergiéndose en la espesura de las interpretaciones secundarios y subdivididos en grupos que eran hostiles recíprocamente, todo en la vana suposición de poseer la verdad, olvidándose de que la “casa dividida se derrumba”…
Todavía hay mucha hierba y prejuicio entre los cristianos, tanto como ocurre en otros niveles y denominaciones de fe que pululan en la Tierra.
Sin duda son los mismos espíritus reencarnados, ahora iluminados por la luz meridiana de Cristo, sin embargo, dando campo a los viejos vicios morales que deberían superar a cualquier precio de renuncia y abnegación. Han vuelto para favorecer el progreso personal y el de la comunidad.
Las personas gravemente enfermas encuentran la terapia más avanzada y mejor, que es el Espiritismo, sin embargo, si no velan con cuidado, se resbalan por los mismos abismos de locura egoísta, peligrosa, en los que ya han caído…
Que los que sinceramente aman a Jesús estén advertidos.
El único enemigo, sin embargo, además de sí mismo, es el materialismo, que hay que afrontar con decisión, avanzando juntos todos los hombres de fe, para pelear contra el obstinado adversario que enraizado en las pasiones, entre las cuales el egoísmo ejerce predominio.
El carácter sectario de los religiosos debe dar paso al objetivo de fraternidad, para que todos se apoyen en el ideal común dirigida al bien general, que es la gran meta.
Los hombres se estacionan en múltiples pasos de evolución y comprensión, por lo tanto abrazar confesiones compatibles con su estado espiritual y moral.
Ninguna imposición de violencia debe predominar en el conciencia de un hombre de fe hacia su prójimo.
Presentarle la dirección, animarle en la marcha, exponerle la metodología son compromisos justos, sin embargo, nunca a través del escarnio o desprecio, apodo o acritud. ..
Toda criatura es acreedora de respeto y acatamiento por lo que es, por su forma de comportarse, incluso cuando no está de acuerdo con ella o no merece nuestra simpatía personal.
Porque el Espiritismo trae el hecho de la inmortalidad como soporte para su información; porque el Espiritismo coloca al discípulo “cara a cara con la razón” y la conciencia; porque el Espiritismo abre la oportunidades experimentales para la prueba de la Divina Justicia; porque el Espiritismo incorpora mejor las promesas del Consolador, el espiritista es responsable de la alta obra optimista y ordenado, para mantener la paz, para fomentar el bien, y preservar la unión entre los hombres sus hermanos.
Armado con el arsenal experimental de la fe a través de los hechos, puede y debe ofrecer sus valiosos aportes para eliminar, esclarecer y superar el materialismo, tomando como ejemplo, la verdadero biotipo cristiano.
No adelantará, sin embargo, indemnizará la hora presente y sus mandatos angustiosos.
No será inmune a la agresión feroz ni a las trampas bien urdidas como amenazantes.
No quedará sin las “señales de Cristo”, que son los dolores insoportablemente adheridos a él, como condecoraciones que lo identifican en el campo de acción.
Enriquecido por el conocimiento y poseído por el amor, sabrás enfrentar situaciones difíciles y perseverar en el intento sin desfallecerse, demostrando la preciosidad del metal del que está hecho constituida su resistencia, animado en la lucha hasta el final del combate.
Unamos, pues, a todos los espiritistas – desencarnados y encarnado -, en este sprint final, cuando miles de millones de Espíritus ávidos de progreso regresan a la Tierra y superpueblan, bajo el mandato de Jesús, y trabajemos para que sea más pronto alcanzado el fanal de la perfección, en la vigorosa lucha de la luz contra las tinieblas y el bien contra el mal.
¡Salve, ley santísima, que gobiernas la evolución de los espíritus!
Ver crecer un punto casi imperceptible, hasta ocupar prácticamente el universo; ver ese punto incoloro pasar por una combinación casi infinita de colores, hasta tomar la que oscurece la blancura de la nieve; ver transformarse la ignorancia nativa en la ciencia de la creación; ver pasiones repugnantes dar paso a virtudes sublimes; ver, en fin, la repugnante oruga metamorfoseada en ligera mariposa de irisadas alas, todo esto, que es obra de la sublime ley, es motivo para ponerse en pie del Supremo Creador y Regidor de los mundos, en éxtasi de amor y de reconocimiento.
¡Ya he emergido de la oscuridad! exclame, cuando, mirando hacia abajo, me reconocí en los escalones más ínfimos de la escalada.
Fue allí donde viví esa horrible existencia, con una muerte tremenda, un vivir sin conciencia después de la muerte, las agonías insoportables que causaba la presencia de mis victimas acusándome en un ruego infernal decían: ¡Venganza! ¡Justicia!
«¿Hay, entonces, responsabilidad?» exclamé. Y la voz del anciano, sonora como si partiera de un arpa angélica, llegó a mis oídos muy claramente:
— La libertad tiene como complemento necesario la responsabilidad, y sanción moral, ineludible.
¿Quién asume la responsabilidad y la sanción de la moral efectiva? pregunté en pensamiento.
— El que es creador y soberano de los mundos: Dios.
– ¡Dios! ¿Pues también tú me hablas de ese mito?
¿Mito? abusaste también de la vida eterna y creíste que después de la muerte, no había nada más que la nada, pero aquí estás frente a tus víctimas, aquí estás vivo y sometido por ellos.
-Es un hecho, pensé: estoy muerto y estoy vivo, estoy sufriendo las consecuencias de mis perversidades, que quiero evitar y no puedo. Hay, pues, un poder mayor que el mío, un poder que no se ve pero se siente, un poder que, sólo por el acto de su voluntad, hace efectiva la responsabilidad de los hombres y la sanción de la moral.
Negarlo sería resistirse a la evidencia. Lo siento y me veo pequeño y culpable ante Él.
Después de esos pensamientos se produjo en mí una revolución completa. Mirando a mi alrededor me encontré aislado de mis verdugos, de mis víctimas, y, mirando hacia afuera, ¡ay! ¡sorpresa!, vi, caminando hacia mí, al anciano.
En un estallido de gozoso delirio, grité:
— Ven, ven, bendito espíritu, ven rompe las tinieblas que me envuelven, ven abre mis ojos a la luz de la verdad.
Con lágrimas en los ojos y la expresión de un padre que va a abrazar al hijo que tuvo por perdido, el anciano rompió el círculo de mis víctimas, distribuyendo a todos piadosas sonrisas, hasta llegar a mí.
– ¿Crees en Dios? me preguntó como una madre le preguntaría a su hijo temeroso.
«Sí», respondí, «porque me reconozco inmortal y entiendo que no puedo haberme creado a mí mismo, ni puedo ser obra del azar, de la naturaleza, de la materia, que también son criaturas.
El anciano se expandió en gozos celestiales y exclamó:
«¡Por fin, después de tantos siglos!»
Luego me contó cómo yo siempre me había dirigido hacia el mal, a causa de mi libre albedrío, sin elevar jamás el pensamiento a la causa de las causas y que así viví, durante miles de siglos, progresando sólo en el aspecto intelectual.
— ¡Afortunadamente ha llegado tu día! exclamó de nuevamente.
«Pero», pregunté, «¿Dios crea felices como tú y miserables como yo?»
— Dios es el padre del amor infinito y de la justicia indefectible, crea a todos por igual condiciones, dándoles los mismos medios para progresar, con la libertad de hacerlo acelerado o lento, y los marca con el mismo alto destino. Pero, mientras unos hacen buen uso de su libertad y llegan antes, otros, que mal uso que hacen de esta sublime facultad, tardan siglos y siglos en realizar su progreso. Yo también, prosiguió, estaba perdido como tú, pero antes, reconocí el camino falso que había tomado y apliqué al conocimiento y al bien todas las facultades que recibí, en embrión, como los demás. Por eso me ves hoy tan diferente a ti.
«Entonces», volví a preguntar, «¿puedo algún día convertirme en lo que eres, un espíritu feliz, un espíritu de luz?
— Sin duda, porque la ley del progreso es universal y la salvación es universal, porque Dios solo espera que el malo se convierta en bueno, para cubrirlo con su misericordia.
Esas palabras tenían la dulzura de la miel, el aroma de las flores, los encantos de la poesía. Cayeron sobre mí como gotas de rocío del cielo sobre la planta marchita, casi extinguida por los abrasadores rayos del sol canicular. Yo me postré dominado por un sentimiento nuevo, de dolor, pero no de los que había sentido en el mayor desespero. Era el dolor suavizado por la esperanza, semejante al viajero de los ásperos desiertos, cuando la brisa fresca le viene a atenuar los vapores abrasadores de las arenas.
Me postré, con las manos en alto y los ojos bajos,
Exclamando:
– ¡Dios mío! ¡Dios mío! ¡No me abandones!
El anciano miró hacia arriba, como en éxtasis, y exclamó a su vez:
— ¡Padre, acoge al hijo que te busca! Cuando abrí los ojos, mis víctimas
¡Habían desaparecido y mis ojos ya podían ver las estrellas en el cielo!
—Mis víctimas*^- pregunté.
— Atrajiste la misericordia del Señor, y ella vino sobre ti y sobre ellos, porque, mientras te perseguían y exigían venganza, incurrían en la sanción de la ley moral. Tu arrepentimiento los tocó, y obtuvieron lo que tú recibiste; compasión.
— ¡Santa ley del perdón!
— Santa, sí, porque al que se arrepiente nunca le falta.
— ¿Y el qué no se arrepiente?
— Sufre, como has sufrido hasta hoy, la pena por su endurecimiento.
¡Todo me parecía simple, claro, razonable, intuitivo!-
—Pero tú, buen amigo, que tanto bien me has hecho, ¿quién eres y por qué te apareciste a mí en medio de la oscuridad que me envolvía?
— Soy vuestro guía, espíritu preparado para ayudaros en las buenas intenciones, que es sólo cuando nos acercamos a nuestros protegidos, cuya libertad no podemos contradecir, y me aparecí a ti porque tus dolores te hicieron, por un instante, vacilar en tu endurecimiento.
— ¡Benditos sufrimientos!
—Sí, siempre son dichosos, porque son el fruto amargo que cura los males del espíritu Es a través del dolor que reconocemos nuestra condición de debilidad y es a través de él que rescatamos nuestras faltas.
— ¿Rescatamos nuestras faltas? ¿Yo ya rescate las mías?
—No la culpa corrompe el alma, que se libera de la pena por el perdón, pero necesita lavarse de ella para ascender a los elegidos del Señor.
– ¿Después?…
Si Entonces tienes que encarnar, vas a encarnar de nuevo, para confesar a Dios, al que negaste, para confesar la vida eterna, la cual negaste, para sufrir lo que hiciste sufrir. Y si aguantases tus dolores con resignación, por Amor a Dios, tendrás como premio la felicidad eterna.
“Te juro que no flaquearé, recordando cuánto sufrí por no hacerlo así.
– ¡Dios lo quiera!; pero, encarnando, pierdes la memoria de lo que fuiste, para tener plena libertad de acción, a fin de que puedas tener el mérito o desmérito.
«¿Qué pasa si me olvido de la misión y vuelvo a equivocarme?»
— En lugar del premio, recibirás el castigo; sin embargo, sólo se olvida en este punto el que no tiene una voluntad firme, una fuerza interior que lo guíe en el camino para él trazado, antes de encarnar. Los de resolución a medias, por no tener real convicción de sus deberes, pueden dejarse llevar por las tentaciones, otros, sin embargo, las vencen.
– ¡Vaya! ¡yo tengo esta convicción y esta resolución!
«Allí, entonces, se está generando un cuerpo bajo condiciones apropiadas para su expiación. Conéctate con él, te ayudaré en tus luchas, y Dios te bendecirá.
Una agonía, peor que la muerte, porque me impregnaba el miedo al fracaso, se fue pasando de mi y creciendo, a medida que mi periespiritu se ligaba a mi futuro cuerpo, hasta que la ligación fue completa.
EL ESPIRITISMO ES LA MORAL Amalia Domingo Soler Libro: La Luz que nos Guía Es esencialmente moralizadora la doctrina espiritista. Sus efectos progresivos sobre las almas que se le asimilan pueden notarse por todas partes. Son indiscutibles y prácticos como lógica y práctica es la ciencia que los produce. El Espiritismo es el Evangelio de Jesús llevado a todas las esferas de la vida humana, es el yugo de la humanidad, de la mansedumbre, y de la caridad del Maestro impuesto a sus discípulos, es el “Amaos unos a otros” rigiendo los destinos de la Tierra y transformándola, de mundo de prueba y de expiación que era, en un edén. Con la práctica espiritista, se afirma en las conciencias la Ley del Amor, el “No hagas a otro lo que no quieras para ti”, y se desarraiga de ellas el aterrador egoísmo humano que es la causa, la culpa de nuestros males. Es la ley moral por excelencia impuesta a una humanidad niña y turbulenta, que aún no ha podido sentir después de 19 siglos, los efluvios de amor desprendidos del Evangelio de Jesús. Con absoluta claridad, el Espiritismo demuestra al hombre el porqué de su vida material, la existencia del Legislador Supremo y de la ley inmutable que lo rige todo, lo físico como lo moral; le hace llegar a una superior concepción de Dios que le obliga a dar al Excelso Creador, el nombre de Padre y a todos los seres creados, el de hermanos. El alma por su naturaleza esencial divina, está hambrienta de belleza, de bien y sedienta de felicidad. Aún en medio de sus mayores extravíos, siempre existe en ella ese germen que ha de desarrollarse, con sus esfuerzos llenando así sus más altas aspiraciones. Al combatir el Espiritismo sus tendencias egoístas, al hacerle comprender que la felicidad de uno estriba precisamente en la de todos, y que es tal el estado forzoso de solidaridad entre los seres que habitan nuestro mundo, que es imposible la felicidad del individuo sin que esté basada en la de la colectividad, destruye el egoísmo humano y abre el corazón del hombre a los más nobles sentimientos. También destruye su orgullo al hacerle palpable la pluralidad de existencias en las que viene el alma orgullosa a desprenderse de su altivez y de su soberbia, en vidas laboriosas y modestas. La seguridad de tener que volver a la Tierra en condiciones humildes obliga al rico soberbio a pensar, a meditar y a luchar contra esos defectos suyos, que por constituir hoy un castigo para los demás hombres que con él se relacionan, le obligarán mañana a sufrir el mismo castigo. El Espiritismo es un destructor poderosísimo de esos dos culpables de todos los males terrenos; el egoísmo y el orgullo. Por eso, precisamente, se puede afirmar que el Espiritismo es la Moral puesto que tiende a destruir, y lo va consiguiendo, las grandes causas de la inmoralidad humana en todas sus manifestaciones, y al afirmar la Paternidad Universal de Dios, demostrando a los hombres que todos son hermanos, confirma las grandes verdades evangélicas y obliga a la práctica del amor entre todos. Si los ojos humanos no estuviesen cerrados o por la ignorancia del fanatismo o por la malicia, verían la obra grandiosa que está realizando la moral espiritista en los corazones en los que ha penetrado. Verían cómo está produciendo un movimiento progresivo admirable en las almas convencidas, haciendo corregir a muchos seres humanos, hábitos y costumbres inveterados, vicios que parecían imposible de arrancar de ciertos corazones; serían testigos de los esfuerzos sobrehumanos que hacen muchos seres para transformarse, para conseguir para hoy algo más de elevación moral que ayer, y mayor grado de virtud mañana que hoy. No hay que pedir a la humanidad lo que no puede dar. El Espíritu humano es progresivo. Si no fuera así, habría que negar a Dios, puesto que hubiera creado el alma para otro fin y no para su felicidad. Pero, la obra del progreso se afirma en él lentamente; es paulatino, no procede a saltos. El progreso de cada ser es exclusivamente obra suya, alcanzada a costa de sus propios trabajos, de sus continuos sacrificios y esfuerzos. Salir de lo más íntimo de la escala y elevarse continuamente a mayor nivel de cultura y de bondad, ésta es la obra del alma, lo afirma el Espiritismo con la razón y con la lógica, pero, no se destruyen en una hora las costumbres adquiridas con el tiempo, se necesitan muchas existencias para desarraigar por completo del Espíritu, las pasiones grabadas en él, en el transcurso de los pasados siglos. Decimos esto, porque no falta quien o quienes están apuntando cualquier error, cualquier desmán o extravío que ven sufrir a un hombre que lleva el calificativo de espiritista, apresurándose en afirmar que no es tan moralizador el ideal como lo afirmamos nosotros, cuando aún ven los defectos y pasiones manifestarse en nosotros. La injusticia de estos pobres seres es notoria. Podríamos preguntarles: ¿Dónde está el resultado moral de la continua evangelización de los pueblos por la cátedra católica durante 19 siglos? La mentira, el orgullo, el egoísmo, la hipocresía, el juego, entronizados en la Tierra; la esclavitud del niño, sumido en la ignorancia, para mejor dominar al hombre; la mujer sacada del lugar de predilección que, como madre de la humanidad le asignó Jesucristo, para encerrarla en esas dos cárceles sombrías, que son los conventos y las casas de prostitución; el hombre embrutecido por la ignorancia y por el vicio. He ahí el resultado de 19 siglos de predicación moral católica. Para no reconocerlo así, sería menester apagar la luz de la razón humana y cerrar los ojos. Pues bien. ¿Cuánto tiempo cuenta de práctica el Espiritismo moderno? Y decimos moderno, porque el Espiritismo es como la verdad, es tan antiguo como la creación. Sólo unos 50 años, apenas hace medio siglo que han comenzado a producirse en los Estados Unidos sus primeros fenómenos; no hará más de 40 años que ha tomado carácter la moral espiritista entre los hombres. Comparemos la obra de 19 siglos de catolicismo con la de medio siglo de Espiritismo, y meditemos sobre los efectos de una moral y los de la otra. La obra realizada por el catolicismo ya la hemos expuesto más arriba y está a la vista de todos. El Espiritismo no ha podido hacer santos a los hombres en 50 años, puesto que el Espíritu humano está sometido a una ley progresiva de efectos lentos y paulatinos, que le hacen necesaria la repetición secular de los hechos, buenos para anular los efectos de los malos y arrancar de sí hasta los gérmenes de los actos reprobables e inicuos. Pero aun así, si quieren fijarse con imparcialidad en los efectos producidos por esa moral grandiosa que es el Evangelio en acción, habrán de reconocer todos, hasta los más ardientes detractores de nuestra sublime ciencia, de nuestro amado Ideal, que en los seres que van asimilándose las verdades espiritistas se ve un continuo esfuerzo sobre ellos mismos para transformarse y regenerarse, se ve un ardiente deseo de hacer participar a todos, del inmenso bien que ha llegado a su razón, a su vista espiritual. El efecto producido sobre el alma por la moral espírita es ese; le impulsa a ser continuamente mejor, a no desperdiciar un instante de su existencia que debe emplear toda en el mejoramiento propio y en el de los demás, puesto que sabe que no hay dicha posible para ella, sino en la contemplación de la felicidad de los demás y que no llegarán los hombres a esa felicidad común sino por el camino recto del amor y del bien, de la ciencia y de la virtud que conducen indefectiblemente a Dios, al Padre de todos. El Espiritismo es la moral. Su lema no es exclusivo como el del catolicismo, que dice: “Fuera de mí no hay salvación”, el Espiritismo dice: Sin caridad, sin amor, sin transformación moral, sin corrección de sí mismos, no se salvan los seres, no se elevan las almas hacia su Creador, y por eso, la ciencia espírita y los espíritus de luz y de verdad repiten en todas partes como una admirable advertencia moral el “Sed hoy mejores que ayer y mañana mejores que hoy”.
LA CIENCIA Amalia domingo soler Libro: La Luz del Futuro Nosotros tenemos formada una idea respecto al Omnipotente. Creemos como Allan Kardec que, es la Soberana y Suprema Inteligencia; Único, Eterno, Inmutable, Inmaterial, Omnipotente, Soberanamente Justo y Bueno e Infinito en sus Perfecciones. Creemos que la Creación es obra suya, y la consideramos como el fruto sazonado de su sabiduría, como el resultado natural de sí mismo, como el reflejo de su propia luz, como la esencia de su Ser, como el sonido de su voz, pero no creemos que formó a las humanidades para que estas le rindieran homenaje; las debió crear porque con ellas se completa el conjunto armónico de la vida, porque los mundos sin moradores serían improductivos, y habitados, son grandes laboratorios donde los hombres trabajan, y con su progreso cumplen la misión divina impuesta por Dios a los espíritus, que es su perfeccionamiento indefinido sin llegar nunca a la suprema perfección; porque ésta sólo la posee Dios. Mas estos homenajes de las religiones, estos cultos, estas ceremonias son creadas por los hombres, pero no necesarias para Dios, no tiene el Creador que asegurarse de la adoración humana, porque Él se ve adorado por su propia Obra. La naturaleza entona un himno de alabanza que nunca cesará, y la adoración del hombre es un sentimiento que se irá desarrollando según vaya adelantando en conocimientos; pero civilizándose o estacionándose, el hombre vivirá eternamente, y viviendo, la continuidad de su vida testifica la Omnipotencia de Dios; el cual no necesita homenajes porque su potencia creadora se lo rinde, adorado de las humanidades, o negado y olvidado de las generaciones. ¡Dios es todo, y todo está en Él! ¡Principio incomprensible de la vida! ¡Causa eterna de todo lo creado! ¡Misterio de los siglos! ¡Arcano de la eternidad! ¡Motor de los mundos! ¡Fuerza inextinguible¡ Tú no tienes que asegurarte de la adoración de los terrenales. Todos los Universos te rodean porque todos obedecen tus leyes. ¿Qué es la ciencia? El conocimiento claro y cierto de las cosas, fundado en principios evidentes o en demostraciones. La ciencia denota el conjunto de los acontecimientos humanos sobre las cosas visibles e invisibles; el conjunto de saber que los hombres han adquirido por medio de la observación, de la razón y de la experiencia. En este sentido habló Bacon cuando dijo: “La ciencia es poder; este es el gran instrumento de la civilización, el gran vehículo de la felicidad humana, el gran impulso que recibe el hombre para encaminarse a la perfección de su ser. La ciencia es lo que hermosea la vida, lo que ennoblece su destino, lo que constituye la dignidad y el ornamento de la sociedad. Sin los auxilios de la ciencia, una familia humana, por muy favorables que sean sus condiciones orgánicas y locales, apenas se distinguirá de una tribu de salvajes; porque la acción y el influjo del saber, abrazan todos los elementos de la sociabilidad, la legislación, el culto, la moral, la administración de justicia, la conservación de la salud, la teoría de la riqueza pública, las artes útiles, las de imitación; en fin, todo aquello en que el hombre se distingue de las bestias”. Esto dice Serrano en su diccionario Universal, y si de la ciencia se necesita para todos los actos de la vida, cuánto más debe necesitarse para las creencias religiosas que son el principio fundamental del adelanto moral de las humanidades. Por esto el sistema de la Creación debe admitirse porque es lo más lógico, porque es lo más racional, porque es lo que mejor responde al orden de todas las cosas. Escuchemos a Kardec en su libro de los espíritus, capítulo 1, párrafo 4: “¿Dónde puede encontrarse la prueba de la existencia de Dios? Es un axioma que vosotros aplicáis a vuestras ciencias: no hay efecto sin causa. Buscad la causa de todo lo que no es obra del hombre, y vuestra razón os responderá”. “Para creer en Dios, basta extender la vista sobre las obras de la Creación. Existe el Universo; luego hay una causa”. “Dudar de la existencia de Dios, sería negar que todo efecto tiene una causa y adelantarse a decir que la nada ha podido crear alguna cosa”. “¿Qué consecuencia puede deducirse del sentimiento intuitivo, que todos los hombres llevan en sí mismos de la existencia de Dios? ¡Dios existe! Y si no ¿De dónde le vendría ese sentimiento si no descansara sobre algo? Esta es volvemos a decir, una consecuencia del principio que no hay efecto sin causa”. “El sentimiento íntimo de la existencia de Dios que tenemos ¿No sería resultado de la educación y producto de ideas adquiridas? Si fuese así ¿Cómo tendrían el mismo sentimiento los salvajes? Si sólo fuese producto de la educación, el sentimiento de la existencia de un ser supremo, no sería universal, y como las nociones de la ciencia, existiría únicamente en los que hubiesen recibido semejante instrucción”. “¿Podría encontrarse la primera causa de la formación de las cosas en las propiedades íntimas de la materia? Pero entonces ¿Cuál sería la causa de estas propiedades? Siempre se necesita de una causa primera”. “Atribuir la primera formación de las cosas a las propiedades íntimas de la materia, sería tomar el efecto por la causa, porque estas mismas propiedades son efecto que debe tener causa”. “¿Qué hemos de pensar de la opinión que atribuye la primera formación a una combinación casual de la materia, esto es el acaso? Esto es otro absurdo. ¿Qué hombre de buen sentido puede mirar el acaso como un ser inteligente? Y además… ¿Qué es el acaso? Nada”. “La armonía que regula los resortes del Universo descubre combinaciones y miras determinadas, y por esto mismo revela un Ser Inteligente. Atribuir la primera formación al acaso, sería un contrasentido, pues el acaso es ciego y no puede producir los efectos de la inteligencia, un acaso inteligente no sería un acaso”. “¿Dónde se ve en la primera causa, una inteligencia primera y superior a todas las inteligencias? Vosotros tenéis un proverbio que dice: por la obra se conoce el artífice. Pues bien, considerad la obra, y buscad el artífice. El orgullo es el que engendra la incredulidad. El hombre orgulloso no ve nada superior a él, y ésta es la causa de que se califique de Espíritu fuerte. ¡Pobre ser que un soplo de Dios puede anonadarlo!” “Por las obras se juzga el poder de una inteligencia; y como no hay ser humano que pueda crear lo que produce la naturaleza, la primera causa, pues, será una inteligencia superior a la humanidad”. “Sean las que fueren las maravillas producidas por la humana inteligencia, esta misma inteligencia tiene una causa y cuanto más grande es lo que aquella llega a producir, más grande debe ser la causa primera. Esta inteligencia es la causa primera de todas las cosas, sea cual fuera el nombre con que el hombre la designe”. Es muy cierto, y por esto el sistema de la Creación es una creencia científica y como tal debe admitirse. Para nosotros el primer libro santo es la razón del hombre, ese yo pensante, es ese raciocinio que nos sirve para usar nuestro entendimiento, nuestra comprensión, y con el trabajo de nuestra inteligencia, podemos formar juicio exacto de las cosas. Creer sin pensar, es vivir sin ver, y el sistema de la creación no debe aceptarse dogmáticamente, sino por el profundo convencimiento científico. La fe religiosa debe fundarse en la ciencia, y así será inquebrantable, porque como dice Kardec: “los descubrimientos de la ciencia glorifican a Dios en vez de rebajarle; no destruye sus leyes, sino las que los hombres han imaginado y las falsas ideas que han dado de Dios”. “¿Para qué es el hombre, el rey de la Tierra? Para ejercer dignamente la soberanía de su inteligencia, para estudiar, aprender, analizar y definir, no para confesar que acepta una doctrina religiosa, no a título de adquisición científica, sino porque la revelación primitiva se lo ordena. Para esa obediencia pasiva no fue creado el Espíritu; porque la revelación primera la tiene el hombre en sí mismo, en ese rayo divino que fulgura en su frente, en ese yo eterno que engrandece su ser, en esa luz maravillosa que irradia de su cerebro que en lenguaje se llama razón. El hombre debe conocer la existencia de Dios al sentir en él los efluvios de la vida; no porque se lo diga éste o aquél, sino porque él debe sentir su influencia divina; pero vemos con profunda pena que los teólogos se confunden y luchan, y concluyen negando los unos y los otros la grandeza del Ser Supremo; cada uno a su modo”. “¿Están habitados todos los mundos que circulan en el espacio? ¡Sí! Y el hombre de la Tierra está muy lejos de ser el primero en inteligencia, en bondad y en perfección como él presume. Sin embargo, hay hombres que se creen bastante autorizados para aseverar que este pequeño globo, es el único que tiene el privilegio exclusivo de ser habitado por seres racionales. ¡Qué orgullo y qué vanidad! Creen que Dios ha creado el universo para ellos solos”. “Dios ha poblado los mundos de seres vivientes, que concurren todos al objeto final de la Providencia. Creer que los seres vivientes están limitados sólo al punto del universo que habitamos, sería poner en duda la sabiduría de Dios, que nada ha hecho inútil. A estos mundos le ha debido designar un fin más serio que el de recrear nuestra vista. Por otra parte, ni la posición, ni el volumen, ni la constitución física de la Tierra, pueden hacer suponer razonablemente, que tenga el privilegio de estar habitada con exclusión de tantos millares de mundos semejantes”. “¿Es una misma la constitución física de los diferentes globos? ¡No! Ni se asemejan en nada”. “¿No siendo una misma la constitución física de los mundos, puede que los seres que los habitan tengan diferente organización? Sin duda alguna, a la manera que el vuestro, los peces están hechos para vivir en el agua, y las aves en el aire”. “¿Los mundos más lejanos del Sol están privados de la luz y del calor, puesto que sólo lo ven en apariencia de una estrella? ¿Creéis por ventura que no hay otros manantiales de luz y de calor que el Sol, y contáis acaso nula la electricidad que en ciertos globos produce unos efectos mucho más importantes que en la Tierra y que os son del todo desconocidos? Además nadie os ha dicho que todos los seres vean de la misma manera que vosotros, y con órganos confeccionados como los vuestros”. “Las condiciones de existencia de los seres que habitan los diferentes mundos deben ser apropiados al centro en que están llamados a vivir. Si nunca hubiésemos visto peces, no comprenderíamos que en el agua pudiesen vivir seres animados. Lo propio sucede con respecto a otros mundos que sin duda encierran elementos que nos son desconocidos. ¿Acaso no vemos en la Tierra las largas noches polares, iluminadas por la electricidad de las auroras boreales? ¿Hay algún imposible de que en ciertos mundos la electricidad sea más abundante que sobre la Tierra, y ejerza sus funciones generales cuyos efectos no podemos comprender? Estos mundos pueden contener en sí mismos los manantiales de calor y de luz necesarios a sus habitantes”. ¿Quién puede dudarlo? La vida germina y funciona en toda la Creación, y la Tierra no es más que uno de sus planetas donde el alma pensadora no encuentra realizado el ideal de su sueño. Pesa sobre la Tierra una gran calamidad; pero escuchemos a Víctor Hugo: “Hay una gran desgracia en nuestro tiempo, y casi por decir que no hay más que una desgracia, la cual es una tendencia a colocarlo todo en esta vida”. He aquí una gran verdad, el materialismo niega el más allá y las religiones no aceptan más que la Tierra como centro de acción de las humanidades. Los unos y los otros, le arrebatan al hombre lo más hermoso, la esperanza; lógica basada en la profunda convicción de un ilimitado porvenir. Afortunadamente una antigua escuela filosófica renace hoy a la vida del estudio, y preocupa a muchos sabios. Víctor Hugo y Allan Kardec son adeptos de ella; escuchemos al primero hablando de la certeza del porvenir: “Al dar por fin al hombre la vida terrestre y material, se agravan todas las miserias por la negación, que es su término, se añade al abatimiento el peso insoportable de la nada, y de lo que no era más que el sufrimiento, es decir, la ley de Dios, se hace la desesperación, de decir, la ley del infinito; de aquí provienen las profundas convulsiones sociales”. “Ciertamente no soy de los que quieren, con un inexplicable ardor, y por todos los medios posibles, mejorar en esta vida la suerte material de los que sufren; pero las primeras de las mejoras, es darles la esperanza. ¡Oh! Y cómo se aminoran nuestras miserias finitas cuando se mezclan a ellas una esperanza infinita”. “Nuestro deber, cualesquiera que de nosotros seamos, legisladores u obispos, sacerdotes o escritores, es esparcir, prodigar bajo las formas, toda la energía social, para combatir y destruir la miseria. Y al mismo tiempo hacer levantar todas las cabezas hacia el cielo, dirigir todas las almas, volver todas las esperanzas hacia una vida ulterior donde se hará justicia a todos. Digámoslo de una vez: nadie habrá sufrido injusta e inútilmente. La muerte es una restitución”. “La ley del mundo material es el equilibrio; la ley del mundo moral es la equidad. Dios se halla al fin de todas las cosas; no lo olvidemos y enseñémoslo a todo el mundo. No habría ninguna dignidad en vivir, ni esto merecería la pena, si debiera morir todo en nosotros; y lo que santifica la labor y aligera el trabajo, lo que hace al hombre fuerte, bueno, sabio, paciente, benévolo, justo, humilde y grande, a la par digno de la libertad, es tener delante de sí la perpetua visión de un mundo mejor, irradiando a través de las tinieblas de esta vida”. “Por lo que a mí toca, yo creo en ese mundo mejor; mundo mil veces más real a mis ojos que esta miserable quimera que devoramos y que llamamos vida; mundo que tengo sin cesar a mi vista, mundo el cual creo con toda la fuerza de mi convicción, y que las largas luchas, afanosos estudios y fuertes pruebas, han venido a ser a un tiempo mismo, la certidumbre suprema de mi razón y el supremo consuelo de mi alma”. Consuelo supremo es sin duda la certidumbre de la continuidad de la vida; y el medio más seguro para el progreso del Espíritu, que como dice muy bien Allan Kardec en la conclusión de su filosofía, párrafo IV: “El progreso de la humanidad tiene su principio en la aplicación de la ley de justicia, de amor y de caridad, y esta ley está fundada en la certeza del porvenir. Quitad esta certeza y quitaréis a esta ley su piedra fundamental. De semejante ley derivan todas las otras, porque ella contiene todas las condiciones de la felicidad de los hombres. Sólo ella puede curar las plagas de la sociedad, y el hombre puede juzgar, comparando las edades y los pueblos, ¡Cuánto mejora su condición a medida que esa ley se comprende y practica mejor! Si una aplicación parcial e incompleta produce un bien real, ¡Qué no será cuando ella venga a ser la base de todas las instituciones sociales! ¿Pero es esto posible? ¡Sí! Puesto que si ha dado diez pasos, puede dar veinte y así sucesivamente. Puede, pues, juzgarse el porvenir por el presente. Ya estamos viendo extinguirse poco a poco las antipatías de pueblos a pueblos; los valladares que los separaban caen ante la civilización, se dan la mano de un extremo a otro del mundo; mayor justicia preside a las leyes internacionales; las guerras son de menos en menos frecuentes, y no excluyen los sentimientos humanitarios; se establece uniformidad en las relaciones; las distinciones de razas y castas desaparecen, y los hombres de distintas creencias acallan las supersticiones de sectas, para confundirse en la adoración de un solo Dios. Nos referimos a los pueblos que marchan a la cabeza de la civilización”. “Bajo todos estos aspectos estamos aún lejos de la perfección y quedan todavía por reducir muchas ruinas antiguas, hasta que hayan desaparecido los últimos vestigios de la barbarie. Pero esas ruinas, ¿Podrán haberlas con la potencia irresistible del progreso, de esa fuerza viva que también es una ley de la naturaleza? Si la generación presente está más adelantada que la pasada, ¿Por qué la que nos sucederá no ha de estarlo más que la nuestra? Así será por la fuerza de las cosas, ante todo, porque con las generaciones desaparecen diariamente algunos campeones de los antiguos abusos, constituyéndose así, y poco a poco, la sociedad de nuevos elementos que se han librado de las antiguas preocupaciones. En segundo lugar, porque, queriendo el hombre progresar, estudia los obstáculos, y se consagra a destruirlos. Desde el momento que es incontestable el movimiento progresivo, el progreso venidero no puede ser dudoso. El hombre quiere ser feliz, lo que es natural, y sólo busca el progreso para aumentar la suma de felicidad, sin la cual carecería aquel de objeto. ¿Dónde estaría el progreso para el hombre, sino le hicieran mejorar de posición? Pero cuando posea la suma de goces que puede dar el progreso intelectual, percibirá que no es completa su felicidad. Reconocerá que ésta es imposible sin la seguridad de las relaciones sociales. Semejante seguridad sólo puede encontrarla en el progreso moral. Luego por la fuerza de las cosas, él mismo dará esa dirección al progreso, y el Espiritismo le ofrecerá la más poderosa palanca para el logro de su objetivo”. “Ciertamente hace falta que los pueblos progresen, porque ya encarnan en nuestro planeta espíritus amantes de la luz; pero que sometidos al dogmatismo y las tradiciones detienen el vuelo de su pensamiento”. “Las religiones con sus limitaciones, con sus pequeñísimos horizontes o tendrán que entrar en la vía del progreso, o les será forzoso descarrilar; porque indudablemente los cultos se van, y la razón se viene. La tradición quiere vencer al progreso, pero este vencerá a la tradición, porque el progreso es la suma de todos los grandes ideales; y aunque encuentre a su paso obstáculos insuperables los vencerá con la potencia de su voluntad que como dice oportunamente Castelar: “Poned diez mil hombres que arrastren un tren y no podrán moverlo, y el vapor de una máquina devorará el espacio”. Nosotros decimos que el vapor de la idea racionalista religiosa, devorará las edades, y será el racionalismo filosófico, será el Espiritismo científico, el gran ideal de todos los hombres del porvenir.
Considerándose las circunstancias en las que el hombre vive, en la actualidad, la urgencia de correctas informaciones sobre el Espiritismo y la divulgación de la Doctrina, conforme la codifico Allan Kardec, prosigue un verdadero desafío.
Aun predominan, con visiones de legitimidad, los conceptos peyorativos que, en el pasado, los incautos y temerarios lanzaban contra la revelación espírita, que merecen ser refutados con energía, en vista de que siguen constituyendo serios impedimentos, para una visión real de la grandeza y momentaneidad de los postulados que son el soporte, y al mismo tiempo, fundamento de la doctrina de los espíritus.
Connotaciones infelices, como las que insisten entre las personas desinformadas o dirigidas maliciosamente, hacen que muchos persignen, a la simple enunciación de la palabra Espiritismo.
La intolerancia religiosa, de casi dos mil años de antigüedad, inculcada en la mente de supersticiones y miedos ancestrales, y a pesar de muchas criaturas, en nombre de la Cultura, si se consideran “librepensadores” o incluso ateos, retienen las idiosincrasias y aversiones que surgen de aquellas colocaciones que habían adoptado previamente.
Cumple sea demostrado, de forma irrefutable, el éxito de la labor espírita en el campo de la investigación paranormal, de los instrumentos de la ciencia, que, a través de la inmortalidad del alma y de la reencarnación ya no constituyen el sobrenatural, o mitológico ni lo fantasioso de otrora, más si el hecho comprobado y positivo proveniente de la honesta investigación.
Los que trabajan en las benditas tareas espíritas conocen la magnitud de la empresa a la que se entregan, sorprendiéndose, cuando descubren que los reclamos maliciosos que tenían noticias siguen siendo aceptadas por un número incalculable de personas honestas, constituyendo el hecho un absurdo, tal es la pureza de los enunciados espiritistas y la elevación del ministerio que son de total esencia cristiana.
La confusión deliberada entre el fenómeno mediúmnico
— que prospera espontáneamente, y a veces irresponsablemente, en criaturas seres humanos, con todas las implicaciones que se derivan de la ignorancia sigue existiendo sobre el mismo
— y Doctrina Espírita responde por acusaciones irrazonables a esta última, provocando lamentables consecuencias para la difusión del pensamiento Kardeciano.
Las comunicaciones espirituales están presentes en todos las épocas de la Humanidad, contra las cuales se levantaron una vez persecuciones despiadadas, vanos intentos de acallar las voces de la inmortalidad. Es obvio que el contenido de los mensajes que los médiums fueron objeto, en la oportunidad, que todavía ocurre hoy en varios campos de mediocridad y desinformación, no siempre fue cubierta con edificación y la iluminación liberadora, por su origen inferior, ya que, por ley de afinidad, los espíritus que se comunican en esas circunstancias son similares en frivolidad y perturbación a aquellos que conversan con ellos.
Con algunas excepciones en estos intentos, los intereses mezquinos e irresponsables son los que predominan. Cuando se producen aclaraciones basadas en la dignificación y la reforma íntima, estructurada en el esfuerzo personal, invitando a compromisos superiores, muchos de los que participan en las reuniones las abandonan, se desinteresan, porque están apegados a móviles de otro propósito y significado…
Vivimos, por tanto, días de pionerismo y desafío, más graves por constituirse de primer orden los programas de liberación espiritual y moral del hombre, antes que de colocación social, económica y política.
Realmente libre y consciente de sus responsabilidades, gracias al conocimiento espírita, vinculado y actuante en un ideal de iluminación interior y de elevación del grupo donde vive, el individuo supera aun mismo las circunstancias y situaciones tormentosas, por saber que a ellas hace justicia, luchando por vencerlas y vencerse, apoyado en el impositivo de la divina justicia desvelada por la reencarnación.
No importa los obstáculos a vencer o las dificultades a ser superadas. Cuantas más altas sean las metas de un ideal, mayores son los obstáculos a ser vencidos.
Los muchos dolores que aturden a la humanidad hoy encuentran, en el Espiritismo, su terapia, traída por los Mensajeros de Jesús que superaron innumerables obstáculos para que, en el grave momento de la vida terrestre, no faltasen recursos para la evolución del ser y su plena integración en el espíritu del bien.
Las conquistas externas no satisfacían las necesidades internas del hombre, haciéndose imperativo sumergirse en los paisajes lleno de angustia dela propia alma, asombrada o ansiosa, que exige y necesita dirección.
El Espiritismo es un demoledor de tabúes y supersticiones.
Un examen, aunque sea superficial, de sus postulados, pone la criatura cara a cara con la razón, liberándola de los atavismos garras de la personalidad, al mismo tiempo que la impulsa a los vuelos audaces del progreso.
Ya no se justifican las barreras culturales que antes se anteponían al Espiritismo, en un momento en que el conocimiento profundiza las investigaciones sobre los mecanismos más complejos de vida, demostrando que lo sobrenatural y lo maravilloso son resultado de la ignorancia que, al revelar el fenómeno desconocido, lo toma natural, pero inusual y raro.
Corresponde a los legítimos espíritas esforzarse en la urgente servicio de aclaraciones, ampliando el área de información doctrinal, cuidando así la dulzura humana que se mueve sin guion, bajo dolor, ejercicio antes.
Hay muchos campos desafiantes por explorar, que no pueden ser ignorada por aquellos que encuentran, en la Doctrina Espírita, el clima de felicidad, infiriéndose que este es el momento de vigorosa lucha para que se establezcan definitivamente las bases de la Nueva Era que todos propugnamos.
Recibamos La experiencia, por más difícil, con la luz de la confianza en el Señor que, ofreciéndonos la lucha depuradora, nos posibilita la propia regeneración.
Podemos y debemos esposar nuestra iniciación, en el mejoramiento para la Vida Superior, comenzando a ser buenos.
Despierta y haz algo que te impulse para el frente en el camino de la elevación.
La vida no te reclama actitudes sensacionales, gestos impracticables, espectáculos de súbita grandeza…
Pide simplemente seas siempre mejor para aquellos que se crucen en tu camino.
En el hogar, en el trabajo, en los templos de la fe, en la intimidad o en la vía pública, somos invitados al bien que Jesús testimonio, a fin de que nuestra a directriz, para expresarse en el ejemplo, se proyecte en las mentes que nos rodean, induciéndolas a la renovación.
Si la simiente recusase el sacrificio en el seno de la gleba en la que aprende a morir para resurgir a beneficio de los otros, no conoceríamos el grano que nos suple el granero y, si el grano repeliese la moledura que lo desintegra, a pretexto de conservarse, no dispondríamos del recurso indispensable del pan que nos alimenta.
No olvidemos que, tanto como sea posible, en vez de rogar auxilio, antes de todo, debemos auxiliar, con la certeza de que, si nuestra palabra elucida y reanima, solamente nuestra actitud positiva en la práctica de los principios que propagamos será bastante fuerte para reformarnos.
Observa, en torno de ti mismo, la gran familia humana reclamándote pan y luz, esperanza y consuelo.
Guardemos la correcta actitud del aprendiz del Señor que no desconoce el sacrificio de sí mismo como único camino para la ascensión a que se propone.
Los fenómenos mediúmnicos serán siempre motivos de experimentación y de estudio, tanto favoreciendo la convicción, como nutriendo la polémica, mas educación evangélica y ejemplo en servicio, definición y actitud, son fuerzas morales irremisibles de la orientación y de la lógica, que resisten a la duda en cualquier parte.
Mediumnidad es instrumento vibrátil y cada criatura consciente puede sintonizarla con el objetivo que procura.
“Hallarás lo que buscas” enseña el Evangelio, y podemos acrecentar “harás lo que deseas”.
Siendo así, si te relegas a la maledicencia, en breve te constituirás en vehículo de los genios infelices que se dedican a la injuria y a la crueldad.
Se te detienes en la caza del placer de los sentidos, pronto te convertirás en el intérprete de las inteligencias magnetizadas por los vicios de variada expresión.
…Todavía, si te empechas en la buena voluntad para con los semejantes, imperceptiblemente tendrás el corazón impelido por los mensajeros del Eterno Bien al servicio que puedas desempeñar en la construcción de la felicidad en común.
Observa el propio rumbo para que no te surjan problemas de compañía.
Elévate en el perfeccionamiento propio y caminarás con el espíritu asistido por el concurso de aquellos pioneros de la evolución que te precedieran en la jornada de luz, guiándote en las aspiraciones para las victorias del alma.
…No nos olvidemos, sin embargo, de que e movimiento es de intercambio.
Si él hombre recibe el concurso de los Espíritus Benefactores, es natural que los Espíritus Benefactores algo esperen igualmente del hombre.
Nada existe sin permuta o sin resultado.
El labrador planta las simientes y recogerás los frutos.
El lapidario auxilia a la piedra, que le retribuye, más tarde, con su belleza brillo.
… ¿Y nosotros, que tanto hemos recibido de Jesús, que ofrecemos a cambio?
Mediumnidad sin ejercicio en el bien es semejante al título profesional sin la función que le corresponde.
No procures al médium de los Espíritus Benefactores como si fueses enfrentado por un ser sobrenatural.
El médium es un compañero.
Es un trabajador.
Es un amigo.
Y es sobre todo nuestro hermano, con dificultades y problemas análogos a aquellos que asedian la mente de cualquier espíritu encarnado.
No alegues la supuesta ingratitud de los otros para desertar de la Siembra del Bien.
En el engranaje de la vida, cada cual de nosotros es pieza importante con funciones específicas.
Nadie recibe el conocimiento superior tan sólo para el provecho propio.
Sepamos dividir el tesoro de la comprensión en parcelas de bondad.
Sea cual sea el contratiempo que se te erija en obstáculo en el camino a recorrer, actúa para el bien.
No siempre conseguirás materializar a los amigos de la Vida Mayor para satisfacer la sed de la verdad que tortura a muchos de nuestros compañeros en la Tierra, más siempre puedes sustancializar esa o aquella providencia susceptible de proveer de tranquilidad y consuelo.
No siempre abstendrás el mensaje de determinados amigos que residen en el Más Allá, para la edificación inmediata de los que sufren en el Plano Físico; entre tanto, siempre puedes improvisar algún recurso con el que restaurar la energía y el buen ánimo.
No siempre lograrás la cura de ciertas enfermedades en el cuerpo de hermanos enfermos; todavía, siempre podrás iluminarles el corazón y aclararles el alma con el apoyo fraterno, habilitándoles la mente para la cura espiritual.
La tierra es médium de la flor que se materializa, tanto como la flor es medianera del perfume que embalsama la atmosfera.
El Sol es el médium de la luz que sustenta al hombre, tanto como el hombre es el instrumento del progreso planetario.
Todos los aprendices de la fe pueden convertirse en médiums de la caridad, a través de la cual opera el Espíritu de Jesús de mil modos diferentes, en cada sector de nuestra marcha evolutiva.
Ampara tus semejantes y encontrarás la mejor fórmula para el seguro desenvolvimiento psíquico.
Se amontonan gusanos donde se congregan frutos deteriorados o podridos, así como la luz brilla donde encuentra fuerza o material que le sirva de combustible.
El médium, para servir a Jesús de modo positivo y eficiente, en el campo de la Humanidad, precisa perfeccionarse con la instrucción, el conocimiento, la preparación y la propia mejoría, a fin de que se haga filtro de luz y paz, elevación y engrandecimiento para la vida y para el camino de las criaturas.
Quien desee crecer para la Espiritualidad Superior no puede menospreciar el alfabeto, el libro, la enseñanza y la meditación.
Jesús es nuestro Divino Maestro.
Edúquennos con El, a fin de que podamos realmente educar.
Por más que se hable de mediumnidad, es forzoso referirnos siempre a la disciplina que solo la Doctrina Espírita consigue orientar para el bien.
Actuar en el bien es buscar la simpatía de los Espíritus Sabios y Benevolentes, encontrándola.
Para curar, es preciso traer el corazón por vaso que trasborda el amor y, quien realmente ama, no encuentra deseo de reclamar.
Libro: Anotaciones de la Mediumnidad – Francisco C. Xavier