PARÁBOLA DEL SEMBRADOR
Mercedes Cruz Reyes
La parábola del sembrador es una enseñanza que no debemos pasar por alto, que todos hemos de tener muy en cuenta para saber la calidad de nuestro trabajo frente al Creador, no tengamos ninguna duda de que Jesús vino a nosotros a sembrar la semilla de la Palabra de Dios y la vino a colocar en nuestro corazón.
Jesús es el Camino la Verdad y la Vida, su Evangelio de Amor, es un código de enseñanzas de las que el hombre debe nutrirse si aspira a llegar a Dios y conseguir la pureza de su espíritu.
Para algunos, el Evangelio no representa nada en su vida. O porque no han recibido todavía su mensaje, o porque no les interesa. Da verdadera lástima, ver a las personas cómo viven; sin saber porqué están aquí y para qué. Pasan los años como si todo terminase aquí en la Tierra, sin más esperanza en una existencia futura.
Todos sabemos muy bien, que así demos así recogeremos, «La verdad se siembra en un tiempo y los frutos de la verdad se recogen como cosecha en otro tiempo. Mas la palabra de Dios es eterna, y todos los hombres la recibirán, porque la justicia de Dios es también eterna, y porque su presencia se manifiesta en todos los tiempos».
Todos somos portadores de la planta de Cristo, sembrada en la tierra del corazón. Si sabemos aprovechar las oportunidades que despiertan en nosotros los sentimientos superiores, a medida que nos esforzamos en la edificación en nosotros mismos, verificaremos que las lecciones del Maestro tienen vida propia y revelan expresiones desconocidas a la inteligencia, como instructores del Padre, pero si por el contrario el Espíritu se engolfa en cálculos y raciocinios, el Evangelio de Jesús no nos parece otra cosa que un conjunto de enseñanzas comunes.
Cuando crecemos para el Señor, sus enseñanzas crecen igualmente a nuestros ojos. Son muchos los hombres en el planeta encarnados que están aptos para la realización de tareas programadas en el mundo espiritual y son muy pocos los que triunfan.
La parábola del sembrador representa perfectamente los cambios que existen en la manera de aprovechar las enseñanzas del Evangelio.
En efecto, ¡Cuántas personas hay para las cuales es sólo letra muerta, que, semejante a la semilla caída en las piedras, no producen ningún fruto! LEER MÁS